Carga máxima de pólvora permitida en las cantimploras. Dos kilos de explosivo por tirador para reventar un pueblo en pleno día central de la Trilogía Festera. La fortaleza de Mutxamel ha pasado a manos de los moros después de horas de combate, con armas y con palabras, después de tronar miles de disparos de arcabuz.

Las huestes moras no tuvieron freno, y el castillo pasó a manos del ejército del Islam. La ayuda que los cristinos recibieron por parte de los Contrabandistas, que por la mañana ofrecieron su apoyo a las tropas de la cruz en la peculiar Embajada del Contrabando que se celebra en Mutxamel desde hace décadas, no sirvió de nada. La espada se decantó para el bando árabe que este año lideran Els Pacos.

El centenar de tiradores comenzó el tiroteo de forma puntual a las cinco y media de la tarde. Moros y cristianos avanzaron cada uno por un extremo de la avenida Carlos Soler hasta que llegó el repliegue de los cristianos.

Tras el tiroteo, el centinela, la estafeta, el embajador moro y el capitán del castillo entablaron un diálogo que solo podía acabar con fuego. La victoria de los mahometanos tuvo su reflejo en el desfile de la tarde, con las cinco comparsas moras entrando en la población por delante de las escuadras cristianas. Por la noche, una «tregua relativa» permitió desarrollar la divertida retreta humorística.

La media luna ondea en la atalaya de Mutxamel.