A los tres años descubrió que algo no andaba bien. Tenía un nombre de niño y un cuerpo en el que no encajaba. La crisis llegó con 15 años. No estaba bien. Tapaba todo lo que pudiera reflejar su cuerpo de chico con el que no se identificaba. Con 12 años sorprendió a sus compañeros cuando en un debate informal entre clase y clase proclamó: «A mí me gustan los chicos». Todos le miraron asombrados, se convirtió en la comidilla y para algunos en blanco de burlas y acoso; mientras que otros la comprendieron.

«Con 15 años exploté, no sabía lo que me pasaba. En la calle y en las clases me hacían bullying, me llamaban gay», cuenta con una fina entonación que advierte «es mi voz, antes tenía que agravarla, fingir todo el tiempo».

Decidió que no quería vivir así y se le pasó por la cabeza el suicidio. Se encontraba asediada en la calle y en clase. Se hizo cortes en las muñecas «era un dolor que me quitaba el otro dolor» y su hermano lo descubrió. Ella reaccionó y pensó que quitarse la vida destrozaría a sus padres. No era el camino. Su familia la escuchó y decidió llevarla al psicólogo que por fin iba a enderezar la zozobra en la que estaba su vida al plantear que podría tener una disforia de género y la mandó al sexólogo. «El género que te asigna al nacer no es el que a ti te corresponde», explica. Fue en el sexólogo donde descubrió que su cuerpo de chico no reflejaba lo que ella era realmente, una mujer. Ante esta realidad tenía mucho miedo de lo que podría pensar su padre que «es quien mejor se lo tomó».

«No es fácil»

Vanesa es hoy una chica segura de 18 años que ha aprendido a ser feliz sin tener en cuenta lo que otros piensen. Pero para llegar a este punto el camino ha sido largo, espinoso y lleno de lágrimas. Ha sido valiente y ha gritado al mundo lo que es, una chica transexual con los mismos deseos y miedos que cualquier otra persona. «Antes me importaba lo que me decían los demás y ahora soy feliz. He dado un gran cambio en tres años, de estar mal a estar completamente feliz. Parece fácil de entender, pero no lo es».

Y ha querido ayudar a otras personas que puedan estar pasando un calvario similar plasmando su historia en un documental que está disponible en la red a través de Youtube.

«No me lo pensé, dije que si yo haciendo el vídeo podía ayudar con mi historia a otras personas que pasan por lo mismo que adelante», cuenta Vanesa. Ella es una de la docena de estudiantes de los cuatro institutos de San Vicente y del Colegio Santa Faz que han participado en un proyecto hecho por estudiantes sobre la violencia de género de forma audiovisual.

Para Vanesa, una de las repercusiones positivas de su documental ha sido el acercamiento con una de sus tías que no había entendido su transexualidad. «Cuando lo vio me dijo que se sentía orgullosa».

El suyo forma parte de una serie de cuatro cortos que hablan de micromachismos o de que las apariencias engañan a veces en las parejas aparentemente felices.

Ha participado junto a una docena de compañeros en una experiencia que, reconocen todos, les ha cambiado su forma de pensar y los ha convertido en tutores en sus centros sobre violencia de género. «Hemos hecho unos cortos a favor de la igualdad y la integración. El objetivo era enseñarlos a gente de nuestra edad para que llegue a los adolescentes», cuenta Izan Barber, uno de los chavales que ha formado parte del proyecto y que ya tiene en mente nuevas iniciativas de trabajo entre jóvenes que se conocieron en este trabajo y hoy son amigos.