Noche cerrada aún en El Campello cuando una llamarada de alerta rompe la oscuridad desde la Torre de la Illeta. El vigía ha detectado sobre las 7.00 de la mañana una poderosa flota de guerra que bajo la enseña de la media luna se guía por las estrellas hasta una atestada playa del Carrerlamar, donde miles de personas asisten como público a la batalla que se avecina. Es el Desembarco al alba, con el que ayer dieron inicio los Moros y Cristianos de El Campello. Una espectacular contienda sobre la arena, que por primera vez en sus 30 años de historia incluyó la celebración de la Embajada en la playa tras tomar tierra, en lugar de la Torre de la Illeta.

Más de 6.000 personas asistieron al acto, en una jornada que regaló a los invasores un mar en calma y una meteorología ideal para tomar la costa campellera, pese a la feroz resistencia de los cristianos y sus invocaciones a la Mare de Déu dels Desemparats. Más de un centenar de tiradores de uno y otro bando hicieron rugir sus arcabuces con unos 80 kilogramos de pólvora, abriendo poco a poco un negro cielo estrellado hasta la llegada del amanecer. Además, otros 120 kilos de pólvora para fuegos artificiales se quemaron simulando el intercambio de disparos entre la armada musulmana y la artillería cristiana en tierra.

Mientras una docena de navíos de guerra moros se aproximaba a la costa, desde la Penyeta los cruzados también respondían con flechas de fuego, una de las novedades del «Desembarcament», con las que trataban de frenar el avance de las embarcaciones y prender fuego a las aspiraciones del bando de Alá.

Pero los intentos de los cruzados de evitar la arribada de los moros fueron en vano, lanzándose al agua unos 200 soldados de la media luna para asegurar la playa y permitir el desembarco de sus cargos festeros. Este año los capitanes cristianos son Alberto Limonchi y María José Planelles, de la comparsa Maseros, con Mariano Tendero como embajador y Natalia Tendero abanderada. En cuanto a las huestes moras, están lideradas por José Antonio Giner y Maite Ramos, de Els Pacos, con Cristian Palomares como embajador Moro y Belén Palomares abanderada, y su victoria fue ayer incontestable.

Tras las celebraciones de sus guerreros por pisar por fin tierra cruzada tras una larga travesía, se dio paso a la Embajada, gran novedad de la jornada, ya que en los últimos 30 años tras desembarcar se producía la batalla final por el control del arenal, y luego se dirigían todos a la Torre de la Illeta para los parlamentos y la caída de la atalaya en manos moras.

Tras aprobarlo la asamblea de los festeros con un amplio respaldo, este año ha sido el primero en la joven historia de estos Moros y Cristianos en el que la Embajada se desarrollaba sobre la arena, facilitando a las miles de personas que acuden al Desembarco el seguimiento de los parlamentos, ya que tradicionalmente mucha gente que acude a la batalla en la playa no iba después a la Torre, pese a constituir un enclave de origen medieval único.

Después del intenso enfrentamiento de los embajadores, se dio paso a la batalla final, con cuatro guerreros a caballo, de una empresa especializada en representaciones de combates, sin presencia este año de la Colla Escènica de El Campello. La derrota de las huestes cristianas obligó a este bando a dejar la playa y refugiarse en el interior de la villa pesquera, tras los muros del Castillo, adonde se trasladará hoy la acción con la segunda Embajada.

Tras finalizar la contienda en el Carrerlamar, la presidenta de la Junta Festera, Àngela Sanz, mostró su satisfacción con su desarrollo y la integración de la Embajada en el «Desembarcament», y destacó también la escrupulosa puntualidad con la que celebró. Hoy llega la segunda jornada de la Trilogía Festera, con la previsible conquista de El Campello por parte de la media luna y la Entrada Mora-Cristiana. Las espadas siguen en todo lo alto.