La muerte de Guillermo Ivorra Sala (1936-2017), además de causar un hondo pesar en Sant Joan d´Alacant y en todos aquellos ámbitos en los que desarrolló las múltiples facetas que cultivó a lo largo de su vida (familiar, amistad, docente, política, judicial?), nos hace caer en la cuenta que con su marcha perdemos para siempre a una de esas personas que, merced a su trayectoria ejemplar, dignísima y respetable, dan sentido con su existencia a palabras que poco a poco nuestra sociedad ha ido arrinconando.

Fue don Guillermo un hombre activo y comprometido con su pueblo y sus ideales. A su amor y dedicación a la familia -fue padre de 4 hijos- sumó su vocación por el servicio público como maestro nacional, como político local y últimamente como juez de paz. En todas estas facetas, don Guillermo dejó su personal e indeleble sello personal. Fiel a sus ideales, honesto hasta la médula, cristiano de hondas convicciones, hombre respetable y respetado allá donde estuviera.

Varias generaciones de santjoaners, que fuimos alumnos suyos en el Grupo Escolar Cristo de la Paz, le debemos mucho, muchísimo. Nada más conocerse su muerte, hemos sido muchos los que a través de diversos canales de comunicación expresábamos nuestro pesar como antiguos alumnos: "fue mi mejor maestro", "se marcha un grande", "que gran maestro", "uno de los mejores sin duda". La lista de sentimientos de respeto y agradecimiento sería interminable.

Afloran ahora a mi recuerdo sus palabras de despedida, lejanas en el tiempo y sin embargo siempre tan vivas, al despedirse de nosotros regresando del viaje de fin de curso a Mallorca. Corría el año 1990. Habíamos concluido la EGB. Sus palabras, emocionadas, sentidas y llenas de franqueza, nos recordaban la importancia de valores como el respeto, el esfuerzo, la educación y nos hacían sentir a todos un nudo en la garganta al ver emocionarse a nuestro maestro al dirigirnos la palabra por última vez como alumnos suyos. ¡Cuán bien hicieron en tantas generaciones aquellas reflexiones llenas de sabiduría!

Ahora que soy yo el que tiene la voz quebrada y el corazón triste al despedir a nuestro muy querido don Guillermo, no puedo dejar de evocar y compartir el respeto que me causaba su presencia en cualquier acto o conferencia que tenía que pronunciar y a cuya invitación don Guillermo siempre tuvo la amabilidad de corresponder con su atenta asistencia. A pesar de los años transcurridos, seguía siendo mi maestro, aquel junto al que tantas cosas aprendimos y aquel a quién hoy como ayer no podía decepcionar. Tal es el don de los caballeros respetables, de los grandes maestros, de los verdaderos amigos. ¡Cómo echaremos de menos tu noble presencia!

Fue don Guillermo un hombre de fe y con una profunda devoción eucarística. Su presencia acompañando al Santísimo Sacramento en la Procesión de las XL Horas, en la mañana de Pascua o en el tradicional "Combregat", así lo atestiguó en tantas y tantas ocasiones. Despedimos a un gran santjoaner y a un buen cristiano. Que la capa acogedora y cálida del Santísimo Cristo de la Paz lo cubra de misericordia. Hasta siempre amigo. In pace maestro.