El 180 aniversario de la autonomía municipal sanvicentera, la cual tuvo lugar el 1 de noviembre de 1836, es efemérides adecuada para determinar un balance y establecer una cuenta de resultados sobre tal hecho. El nuevo municipio es, en su origen, una porción de una partida rural de Alicante; un territorio de puro secano. El contexto de su autonomía es la grave crisis económica que está atravesando, provocada por el agotamiento del modelo agrario que había posibilitado su nacimiento y expansión en la segunda mitad del siglo anterior.

La salida a la crisis es la «trajinería», es decir, el transporte en carros, principalmente desde el puerto de Alicante hasta Madrid. Los carreteros de San Vicente cuasi monopolizaran ese transporte, en la denominada «carrera de Madrid», hasta la construcción del ferrocarril. Con respecto a la población saldría un «carro de servicio público» cada 6 o 7 familias. A pesar de esa «salida económica"» la situación sigue siendo precaria con sequías a mitad de centuria y unos índices de «riqueza urbana, industrial, agrícola o comercial», inferiores al resto de la comarca y provincia.

El «despegue» económico sanvicentero se deberá a la construcción de la línea férrea Alicante-Madrid, en 1858, (aunque en un principio sea un duro golpe para los carreteros), y a la nueva carretera con Alicante en 1872-1873. Lo que potencia las comunicaciones y, por tanto, la situación estratégica del municipio en la provincia de Alicante y en toda el área del Sureste de España. En 1888 se instala una cerámica, moderna industria con avanzada tecnología para la época, lo que representa un gran impacto positivo sobre la estructura económica.

El nivel de ocupación con respecto a la población actual representaría unos dos mil empleos, lo que nos daría una idea de su incidencia. A partir de ahí se inicia la industrialización sanvicentera, con hitos como la fábrica de cementos, en 1925, que presentaría tantas luces como sombras, la ebanistería, materiales de construcción, cartón, etc. Tras el paréntesis de la guerra civil, la base industrial atrae a una importancia inmigración, especialmente en los años 60 y 70 del pasado siglo. Ya en los 70 desaparece el sector del mueble como tal, mientras la instalación de la Universidad en 1979, sobre la base del antiguo CEU y el crecimiento urbanístico inicia un proceso de consolidación del área metropolitana. A partir de los años 80 y 90, y sobre todo, en la primera década del actual siglo, el crecimiento urbanístico se acelera; es decir, se construyen viviendas y se incrementa la población, mientras la base industrial y económica se reduce. En 1990, la población es de 28.151 habitantes, mientras que en 2016, ha alcanzado los 56.302, un incremento del 50%.

Un crecimiento obviamente desequilibrado, ya que no es acompañado por un paralelo incremento de su base económica, más bien al contrario. Llegados a este punto, el fenómeno se ha agudizado en los últimos años sin que se haya definido un modelo claro de ciudad diferente. Siendo el tranvía, su trazado actual y su prolongación por el interior del casco urbano, otra cuestión a resolver, y en la cual se debe tener en cuenta también el modelo de ciudad por el que se opta. En la actualidad, por tanto, la nueva Corporación debe definir ¿qué modelo de ciudad elige? Si seguir creciendo sobre todo en población, contribuyendo a ser la ciudad «dormitorio de la Costa Blanca», u optar por un modelo diferente, en el que el municipio sea un subcentro metropolitano; una ciudad equilibrada-polivalente y sostenible. Y, más allá de la retórica, dar un uso concreto y realista a los espacios de indudable interés económico existentes en el municipio, en pleno Arco Mediterráneo. Porque, 180 años después, ¿si la autonomía municipal era para ser la ciudad dormitorio del área Alicante-Elche y la Costa Blanca? Pues ?