Rodeada de varios de los seis nietos que le han dado sus cuatro hijos, Emilia Egea nos atiende para recordar a su marido, Francisco Cebrián Cabeza, un padre que apenas disfrutó de esa experiencia y un abuelo que nunca pudo serlo porque ETA le segó la vida el 16 de septiembre de 1991 con tan sólo 40 años.

¿Cómo se enfrenta al aniversario del asesinato de su marido a manos de ETA?

Con mucho dolor, muy malos recuerdos y mucha impotencia porque aún me sigo preguntando por qué, cómo es posible que alguien actúe con tanta maldad. Aunque no soy buena para recordar fechas, este día desde luego que se me ha quedado grabado porque es el peor de mi vida. Es verdad que la vida sigue pero nunca se puede olvidar ni perdonar algo tan tremendo que ha marcado mi vida y la de mis hijos.

¿Qué recuerda de ese día?

Fuí a llevar a mis hijos al colegio y mi marido se quedó desayunando. Cuando volví vi que el camión estaba destrozado pero creía que mi marido había ido a Alicante a hacer un servicio con la grúa. Entonces, fue cuando una vecina se acercaba con la cartera de mi marido... En décimas de segundos cambió mi vida para siempre y con 37 años me vi vestida de luto.

En estas dos décadas, ¿se ha sentido apoyada por su entorno y por las instituciones?

Siempre me he sentido querida y apoyada en el pueblo. Al día siguiente del atentado fuí a ver al entonces gobernador, Pedro Valdecantos, y le dije: tengo cuatro hijos y las manos vacías. Tuve ayudas y tardé más de un año en poder abrir el negocio de grúas con otro camión. Trabajé con el apoyo de una persona de confianza hasta que mis hijos han podido hacerse cargo.

¿Cómo han vivido sus cuatro hijos la muerte de sus padre en esas circunstancias?

He intentado que su vida fuera lo más normal posible, aunque desde muy jóvenes, sobre todo el mayor que entonces tenía 17 años tuvo que asumir mucha responsabilidad. En mi casa siempre ha habido como un pacto de silencio y no hemos hablado mucho porque nos resulta muy doloroso. Yo no quiero escuchar nada de lo que hacen porque lo único que han provocado es más de 900 muertes, una de ellas una niña que murió en el atentado de Santa Pola y que también está enterrado en Mutxamel.

La nueva tregua de ETA, la entrada de Bildu en las instituciones... ¿Cree que el final de la banda terrorista está cerca?

Nunca he creído que ETA quiera abandonar las armas sino que aprovechan estas treguas para reorganizarse y preparar más tragedias.

¿Ha echado en falta algún acto de homenaje a su marido y a los dos policía locales en Mutxamel?

Los primeros años se hacía una ofrenda, pero luego se dejó de hacer. La exalcaldesa, Asunción Llorens, siempre se ha portado muy bien pero yo, en lugar de las tres calles que les dedicaron, aunque por ahora sólo se ha inaugurado una, hubiera querido que se recordara a los tres por igual, en conjunto. Los tres fueron héroes que salvaron muchas vidas, sobre todo de niños.