Los Moros y Cristianos ondearon anoche sus preciados estandartes durante su colosal Entrada en Mutxamel, y ante la atenta mirada de miles de personas que permanecieron cuatro horas apostadas en la avenida Carlos Soler. Un desfile colorista y apasionado, con joyas ostentosas y ricos ropajes hacían gala de que, en fiestas, toda la artillería es poca. Las nueve comparsas no decepcionaron a los miles de fieles que un año más esperaban conocer el poderío de ambos bandos.

Pasadas las 20.30 horas se aproximaba el punto álgido de la noche, cuando la Capitanía Cristiana, que este año recaía sobre Los Piratas, se abría paso entre la multitud enarbolando una bandera negra con una calavera sobreimpresa. La muerte, los tesoros y la pólvora fueron el "leitmotiv" de estos corsarios, que mostraron baúles desbordados de oro, utensilios de pesca y un mapa del tesoro. Después, un barco pirata hacía su taimado desembarco armado con puros y jarras de vino. Uno de los traidores -siempre los hay en este gremio- apareció encarcelado, llegando a liberarse temporalmente para atisbar con su catalejo la costa. Le debió parecer alejada porque volvió a su jaula escoltado por sensuales bailarinas. Al tomar ese rumbo quizá acabaría como el siguiente protagonista, un esqueleto preso de la horca. El resto de piratas no dudaron en presentarse en filás o divirtiéndose con complacientes meseras a bordo de sus carrozas hasta que aparecieron, flanqueados por antorchas y sobre una escarpada zona rocosa, los capitanes moros, Cristina Paloma Antón y Cristiano Iván Carrasco. Tras el humo aparecen nuevas filás de corsarios, unos cubiertos de pieles salvajes y otros con trajes de alto rango.

La Capitanía Mora no se hizo esperar, toma posiciones e inicia el descenso entre los munícipes con "El Sueño del Abencerraje", un montaje onírico que arrancó con un privilegiado moro, que cual marajá, aparecía tumbado mientras una de las presumibles damas de su harén le abanicaba con una pluma. Los coloristas plumajes se agudizaban entonces en los turbantes hasta que aparecieron los primeros arcos mozárabes y las damas tirando de largas enredaderas.

La vegetación y la ostentación arquitectónica se erigían como piedras angulares del desfile. Un año más vuelven a teñirse de reminiscencias de la Alhambra al incorporar la fuente del "patio de los leones" a la puesta en escena de los Abencerrajes, gallardos capitanes de la Media Luna. Tras una sorpendente danza de los leones de la fuente precedía al gran momento del bando de la cruz la "Guardia del Capitán", portadora de largos arcabuces que protegían la inminente Entrada de la favorita, la abanderada y sus capitanes -Asunción Ayela y Juan Pablo Torregrosa-.