En plena vorágine de informaciones, reportajes, homenajes y odas al iPhone con motivo de su décimo aniversario, quizás convendría mirar un poco más allá del propio dispositivo, ya que el cambio que supuso una verdadera revolución no fue tanto la pantalla táctil y ausente de botones del iPhone, algo que ya existía en aquel momento, sino todo el ecosistema de aplicaciones que traía consigo y la forma de interactuar con la pantalla.

Años antes del nacimiento del iPhone ya existían dispositivos con pantalla táctil que en muchos casos permitían realizar llamadas telefónicas. La época de las PDA de Compaq -iPaq se llamaba-, Palm, Dell o Toshiba anticipó lo que estaba por llegar, pero sin llegar a triunfar debido a su torpe sistema operativo -Windows en la mayoría de casos- que si de algo podía presumir era de continuos cuelgues y de falta de funcionalidad.

Pero el 9 de septiembre de 2007, en el incomparable marco de la MacWorld -la conferencia que anualmente celebraba Apple en San Francisco-, Steve Jobs presentó un teléfono que lo iba a cambiar todo. El primer iPhone era presentado en sociedad ante los aplausos de los asistentes y las posteriores críticas tanto de la industria de la telefonía como de numerosos medios de todo el mundo. Desde el entonces consejero delegado de Microsoft, Steve Ballmer, quien se mofó públicamente de Jobs y su iPhone -"¿Un móvil sin teclado por 500 dólares? Será el teléfono más caro del mundo"- hasta Ed Coolligan, el jefe de Palm -los más jóvenes no sabrán ni de qué compañía les hablo-, el cachondeo en la industria fue generalizado. Y posiblemente esa fue una de las claves del masivo éxito del iPhone: el inmovilismo del sector.

Google lo había intentado con anterioridad y con nulo éxito. Los diferentes dispositivos de Google y HTC seguían la tendencia de incluir teclados gigantescos, algo que en un mercado dominado con mano de hierro por BlackBerry nadie se atrevía a eliminar. Los numerosos modelos de smartphone de la época de marcas como Nokia, Ericsson, HTC o Samsung estaban cortados con el mismo patrón: pantallas táctiles y enormes teclados en dispositivos del tamaño de un ladrillo en muchos casos.

El gran cambio que supuso la pantalla del iPhone fue -además de la ausencia del teclado- la inclusión de la tecnología multitáctil. El movimiento de zoom con los dos dedos haciendo pinza partía por la mitad a todas las pantallas que había en ese momento y dejaba en fuera de juego a toda la industria. Nadie lo vio venir.

Pero el iPhone traía consigo un arma de destrucción masiva que iba a finiquitar -y de qué manera- a muchas empresas históricas de un un sector global y multimillonario: la tienda de aplicaciones. De repente Jobs presentó un teléfono que iba más allá del mero dispositivo. Jobs metía a Apple en un espacio profundo e inexplorado en el que nadie se había atrevido a entrar. Y en una magistral jugada -otra más del genio norteamericano- consiguió que no fuera Apple la única en desarrollar aplicaciones, sino que puso a trabajar en ello a una ingente cantidad de desarrolladores de todo el mundo. Y sin invertir un céntimo en nuevas contrataciones.

Si ahora mismo fijas la vista en la pantalla de tu teléfono, con toda seguridad tendrás una o varias aplicaciones que son imprescindibles para tu quehacer diario. Da igual tu edad, sexo o condición social: las apps móviles han cambiado nuestra forma de entender la vida. Todo es más fácil ahora. Todo es diferente. Desde hacer la compra hasta encontrar una gasolinera o comunicarnos con quienes están lejos, el mundo de las aplicaciones que inventó Apple ha transformado por completo nuestra propia existencia. Ya no concebimos nuestro mundo sin una pequeña pantalla táctil en nuestro bolsillo desde la que hacerlo todo. Información, comunicación, videojuegos, localización, viajes, ocio… Todo pasa por ese concepto de móvil que creó Apple con su primer iPhone.

Y esto no ha hecho más que empezar. El CES que acaba de finalizar en Las Vegas ha puesto de manifiesto que el móvil no solo es ya el centro de nuestras vidas, sino que va a convertirse en el centro de todo lo que nos rodea. Los hogares inteligentes y los coches autónomos van a tener en los dispositivos móviles su llave de interconexión con el mundo, y todo se podrá -se deberá- hacer desde el teléfono.

Toda esta transformación se ha producido en tan solo 10 años, una década gloriosa en la que hemos sido testigos -y protagonistas- de una de las más importantes revoluciones de la historia: la del iPhone y sus aplicaciones.