Ángela Navarro (Tomelloso, 1947) cambió el mundo de la moda y la frivolidad por la ayuda a los enfermos de cáncer. Su obsesión ha sido durante los últimos 18 años poner guapos a estos pacientes que hasta no hace mucho se asilaban en sus casas cuando comenzaban a perder pelo.

Navarro, la peluquera de la movida Madrileña, dejó la Pasarela Cibeles, las películas de Almodóvar y el glamour de las actrices y modelos y se entregó en cuerpo y alma a atender a esta clientela que tantas alegrías le ha dado. Y también tristezas. "Cuando alguien falta a su cita me temo lo peor", se sincera en su centro madrileño de la calle Ayala. Su equipo y ella piden ahora ayuda para atender a más de 30 enfermos sin recursos que no pueden pagarse el tratamiento. Ella ya pone de su bolsillo los gastos estéticos de otros 25 pacientes.

¿Cómo se pasa del glamour de las pasarelas al dolor de los habitáculos en los que atiende a los enfermos oncológicos?

Fue por una promesa que le hice a una amiga que padeció la enfermedad. Era una periodista. Mi hermana Pepa y yo logramos que no se le notasen los estragos estéticos que causa el cáncer. Me pidió que ayudase a la gente como la había ayudado a ella.

¿Qué fue de su amiga?

Murió. En aquel entonces, hace casi 18 años, la gente se moría. Hoy tienen más esperanza de vida y por eso es importante que cuenten con personas que les ayudan a disimular ese deterioro que provocan los tratamientos a los que se tienen que someter. La autoestima es muy importante para su recuperación y no sólo en los enfermos oncológicos sino también en los que han sufrido accidentes, quemaduras o alopecias psiquiátricas. Recuerdo que cuando comencé a atender a este tipo de pacientes me impactaba el ocultismo con el que venían a la peluquería. Todo era ocultismo, hasta el hecho de ponerse una peluca.

"¿Quién en su sano juicio pega una peluca a piel de una persona enferma?"

¿Se lleva ahora con mayor naturalidad?

Hay casos y casos. Terelu Campos fue un ejemplo al romper el tabú de las pelucas y el cáncer.

Pero ya con anterioridad otros famosos habían puesto nombre a esa enfermedad. Sí, creo que la primera que habló de cáncer sin tapujos fue Rocío Durcal. La siguiente, probablemente, fue Rocío Jurado. Cuando comencé con estos tratamientos de estética aplicada a la salud llegaban a mi peluquería pacientes de cáncer ricos y famosos. Venían de Houston y mi equipo y yo los tratábamos como habíamos hecho con mi amiga. Después me liaron y junto a una psicóloga de la Asociación Española contra el Cáncer me di cuenta de que esta asistencia no tenía que ser sólo para los ricos.

¿Fue entonces cuando fundó la Asociación Española de Estética Reparadora Integral?

Sí. Yo soy muy apasionada, impulsiva y no tengo límite, así que lo primero que hice fue alquilar un sótano, el chiringuito, para atender a estas personas. Tuve desde el principio muy claro que no podía ofrecer mis tratamientos oncológicos en el mismo sitio en el que peinaba a actrices o empresarias. Las personas que padecen este tipo de enfermedades pasan por periodos psicológicos muy críticos y uno de esos periodos es el de esconder la enfermedad. Después llegué a un acuerdo con la Asociación Española contra el Cáncer para atender gratis a 25 enfermos a año y a seis a precio de coste.

¡Menudo alivio para esa treintena de enfermos y de sus familias!

Para muchos enfermos era vital que su vecina no supiera que tenían cáncer. Para mi fue impactante comprobar que había mujeres que llegaban al chiringuito con la peluca pegada a la cabeza. ¡No me lo podía creer! ¿Quién en su sano juicio pega una peluca a piel de una persona enferma? El paciente por aquella época carecía de información y lamentablemente tampoco le importaba mucho a nadie porque solía morirse pronto. Era muy triste, así que me dediqué a estudiar todo lo que rodea a esta enfermedad y a buscar soluciones para ponerlos guapos. ¡Si yo puedo poner guapa a cualquier persona!

¿Le ayudaban los médicos y dermatólogos?

Me colgaban el teléfono cuando les llamaba. Yo para ellos era sólo Ángela Navarro, la de las películas de Almodóvar y la peluquera oficial de la Pasarela Cibeles. Con el tiempo, esos que me colgaban el teléfono acabaron ayudándome en este proyecto, el más difícil de mi vida.

Tan difícil que le ha apartado de los set de rodaje y de las pasarelas.

¡Y casi me cuesta mi matrimonio! Tuve claro que no podía compaginar los 95 desfiles anuales que hacía con esta labor donde la investigación es primordial. No hay que olvidar que todos los casos de cáncer son distintos. Hay personas a las que se les cae el pelo y les vuelve a crecer, otras que necesitan injertos y otras que tendrán que hacer uso de una peluca. Además, hay muchas alergias. Nosotros informamos a los pacientes, les decimos, por ejemplo, que vengan antes de darse la quimioterapia o la radioterapia.

¿Tan duro resulta perder el pelo cuando lo que está en riesgo es la vida?

Es durísimo. La gente se resiste a raparse la cabeza y cuando lo hacen se convierte en un momento muy íntimo en el que necesitan una compañía cariñosa. Nuestras cabinas tienen una persiana que tapa los espejos y sólo las subimos si quiere el paciente. Además, hacemos tocados o pañuelos con pelo para que las pacientes estén monísimas en casa, cuando se van a la cama. Si se ven bien, como todo el mundo, se sentirán mejor.

¿Cómo se siente usted cuando realiza estos trabajos?

¡Imagínate! Se me saltan las lágrimas cada vez que veo a alguno de mis pacientes feliz. Recuerdo que a una chica tuvieron que quitarle una oreja por un cáncer. Le hicieron siete operaciones para ponerle un injerto. Nosotras le hicimos una prótesis de pelo que se pone y se quita cuando quiere. ¡Se ve tan bien que ya no quiere ponerse la oreja! Me llena más poner guapos a estos pacientes que hacer la raya a las señoronas de Gran Vía.

¿No flaquea nunca?

Por supuesto. Hay veces que las clientas faltan a sus citas y es entonces cuando nos tememos lo peor. Las chicas de mi equipo, mis cuatro hermanas y mis dos hijas también se derrumban y sufrimos mucho cuando vemos que no podemos ayudar de forma altruista a tantas personas como nos necesitan en estos momentos de crisis. Ahora mismo tengo una cola de más de 30 pacientes sin recursos esperando uno de nuestros tratamientos. A través de la Fundación Española de Estética Reparadora Integral pido sin la más mínima vergüenza que todo el que pueda donar cinco euros lo haga para poder ayudar a estas personas que no tienen dinero pero sí el derecho a sentirse guapas.