Viendo en los informativos las imágenes de las playas del Mediterráneo, atestadas de gente buscando alivio para la primera ola de calor de este verano, resulta perturbador pensar que durante el último año más de 5000 personas han perdido la vida en esas mismas aguas intentando llegar a Europa tras huir de países como Siria, Irak, Eritrea o Afganistán, donde se sufren niveles intolerables de pobreza y violaciones de derechos humanos. Más perturbador resulta aún caer en la cuenta de que esto mismo se viene repitiendo desde hace tres años, de forma que ya casi nos parece normal. Los mismos informativos que nos ofrecen estas imágenes veraniegas nos cuentan que el tratado Unión Europea - Turquía, firmado en marzo de 2016 y considerado ilegal por organizaciones como Amnistía Internacional, ha conseguido que disminuyan las muertes en el Egeo, pero a costa de que aumenten en un 15% en el Mediterráneo, puesto que la ruta desde Libia/Egipto hacia Italia es aún más insegura.

No sabemos con certeza cuántas de esas víctimas mortales son niños y niñas, pero con toda probabilidad serán centenares; un número que nos resultaría insoportable si por un solo segundo pudiésemos ser plenamente conscientes de las tragedias humanas, personales y familiares, que representan cada una de esas vidas ahogadas y desaparecidas antes de tiempo, tras un viaje plagado de peligros, amenazas e incertidumbres.

Según datos del Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas, hay más de 65 millones de personas desplazadas en todo el mundo, con 21 millones de refugiadas. Además, según UNICEF, el número total de niños refugiados y migrantes no acompañados ha alcanzado un récord histórico, ya que se ha multiplicado por cinco desde 2010: de 66.000 en 2010-2011, a más de 300.000 en 2015-2016. Esta misma fuente afirma que los niños que logran llegar a Europa no lo tienen fácil, sobre todo en Grecia y Balcanes, donde 23.700 niños siguen bloqueados por el cierre de fronteras, sin poder avanzar ni retroceder. Por su parte, Europol denunciaba el año pasado que al menos 10.000 niños refugiados habían desaparecido en la Unión Europea tras escapar de la guerra, la hambruna y la persecución en sus países de origen. Algunos de estos menores han acabado con familiares pero otros, alerta Save the Children, se encuentran en manos de organizaciones de tráfico de personas, según confirman los oficiales de la policía europea.

En septiembre de 2015 los Estados miembros de la Unión Europea se comprometieron a reubicar, en el plazo de dos años, a 66.000 personas solicitantes de asilo desde Grecia; sin embargo, tan sólo se ha llegado a una cifra en torno al 10%. En el caso de España, cabe destacar que tan sólo se ha reubicado a 866 personas y reasentado a 418 personas de las 17.337 en total a las que se había comprometido; y esto a sólo tres meses de cumplirse el plazo.

Los líderes europeos deberían cumplir sus compromisos y podrían salvar vidas en el mar ofreciendo a la gente rutas seguras y legales hasta Europa. ¿Hasta dónde tiene que llegar la cifra de muertes para que los gobiernos europeos admitan que su actual estrategia no funciona?