Médicos británicos han realizado operaciones experimentales en China y Canadá bajo la hipótesis de que la anorexia se produce por una anomalía en el cerebro en la que podría estar dañada la zona que permite disfrutar de la comida. Así, el tratamiento que proponen es la colocación de electrodos para modificar los sentimientos de rechazo.

Otros científicos de la Universidad de Iowa y Southwestern, en Texas, EEUU, han concluido, a través de un estudio genético en dos familias afectadas por trastornos de alimentación, que la anorexia y la bulimia serían hereditarias y estarían asociadas a genes específicos.

Anorexia y ciencia, ¿un buen camino?

En contrapartida a los dos estudios anteriores, en los testimonios personales de mujeres que han padecido anorexia (hablamos de mujeres porque la prevalencia es 9/1) se puede comprobar que los motivos que residen en su desorden alimentario son siempre de índole psicológico, no genético. Las pacientes cuentan cómo tienen dificultades para iniciar relaciones de pareja, coquetear con chicos, salir con amigas o decidir la Universidad en la que quieren estudiar. A nivel físico, presentan un aspecto infantil dado que la falta de alimentación impide el desarrollo de su cuerpo, inhibiendo las características propias del paso de niña a mujer: el pecho y la menstruación.

La anorexia, cuestión emocional

De ello se desprende que la anorexia nada tiene que ver con la genética sino, muy por el contrario, mantiene una estrecha relación con la cuestión emocional. Es frecuente encontrarse con dos sentimientos que se detectan indistintamente en la anorexia, la bulimia o la obesidad. En primer lugar, la vergüenza: evitan que otros puedan intuir las formas de su cuerpo, cubriéndolo con ropas holgadas o son incapaces de desnudarse en la intimidad con la pareja o, incluso, cuando están con amigas. En segundo lugar, la culpa, ya sea ante el exceso de calorías ingeridas, por haberse saltado la dieta o por haber comido descontroladamente. El obligarles a comer -como suelen hacer muchos padres desesperados- no hará más que aumentar ese nivel de culpa y de angustia.

Por tanto, estos sentimientos recurrentes y comunes que no son vistos por el microscopio científico, pero sí son escuchados dentro de las paredes de la consulta con cada una de las pacientes, deben ser contemplados a la hora de iniciar un tratamiento. Especialmente porque son los únicos elementos con posibilidad de ser modificados por la persona, a diferencia del «gen X», que le exime de responsabilidad en su propio desorden alimentario, negándole la opción de implicarse y solventar aquello que le ocurre .

La terapia como solución

En Centro UNO, el primer objetivo terapéutico es que la paciente tome conciencia de que tiene un papel muy importante en la solución de su enfermedad. Mientras considere que su problema se debe a causas biológicas que se solventan con medicación, a factores externos como la moda e incluso a comentarios críticos del entorno social sobre su aspecto físico no podrá asumir la responsabilidad que tiene en su curación. Solo asumiendo esa responsabilidad podrá descubrir las causas que le llevaron a enfermar y encontrar la respuesta que le permita realizar los cambios oportunos para, llegado el momento, redirigir su vida a una alternativa más saludable.

En definitiva, hay que tener mucho cuidado en reducir los desórdenes alimentarios a explicaciones genéticas o neurológicas, ya que a pesar de que la ciencia se centre en investigar los genes, no debemos olvidar que somos personas sociables y con sentimientos.