Cuando entramos en el circuito hospitalario para poder solventar nuestro problema con la próstata, rara vez nos paramos a pensar en lo que puede suceder cuando todo haya pasado, y mi vida normal empiece a ser una realidad.

En el momento en el que una persona es diagnosticada de un tumor prostático, benigno o maligno, y una vez se haya decidido operar, el tiempo transcurre en un limbo bloqueante que apenas nos dejar pensar con claridad el día a día. Es una situación de supervivencia, sólo deseo que me quiten esto de encima y ya está.

Por tanto, es compresible que la persona afectada no se pare a leer con detenimiento el consentimiento informado que se les entrega y firma antes de cualquier cirugía, en el que se registra las posibles consecuencias que puede tener este tipo de cirugías, entre las que se encuentra la incontinencia de orina y la disfunción eréctil.

La glándula prostática sostiene el conducto por el que pasa la orina al exterior, llamado uretra. Además, sirve entre otras muchas funciones, para mantener la correcta angulación con respecto a la vejiga para asegurar la continencia de orina junto al suelo pélvico. Cuando una o ambas de estas consecuencias, aparece en la vida de los afectados, arrasa cómo un tsunami emocional. De repente la orina sale sin pedir permiso y en los momentos menos esperados, además de no poder mantener correctamente las relaciones sexuales.

Socialmente la persona se hunde. No entiende cómo podrá vivir anclado a un absorbente o compresa, cómo va realizar la actividad física y el ejercicio que venía haciendo para mantener su salud en condiciones, si sus pérdidas son todavía más estresantes en esos momentos, cómo puede ser que apenas sin beber agua, para no perder orina, la pierda, cómo puede ser que no sea capaz de contener mis pérdidas, cómo puede ser que no pueda tener relaciones sexuales con normalidad.

En este momento empieza el proceso de pérdida de salud mental y por tanto de calidad de vida. Somos seres sociales y una de las cosas en las que aprendemos desde pequeños es aguantarnos el pipi para poder relacionarnos.

En este punto es dónde la información y tratamiento desde la fisioterapia especializada de suelo pélvico, debiera aparecer en la vida de los hombres sometidos a esta intervención, aportando herramientas para devolverle el control de su situación. Herramientas nada costosas y eficaces que mejoran la calidad de vida tras intervenciones de este tipo.

Capa persona necesitará ser evaluada minuciosamente para poder diseñar un buen programa de ejercicios y tratamiento personalizado y guiado de nuestro suelo pélvico, para poder devolver la esperanza a los afectados por este problema.

No me cansaré de explicar a quien acuda a mi consulta lo que puede pasar cuándo la próstata ya no está. Pero acudamos a buscar solución porque haberla aila.