En la Unidad de Nutrición especializada en Desórdenes Alimentarios cada vez atendemos más consultas ligadas al sobrepeso y la obesidad infantil. La demanda viene generalmente de los padres, quienes notan el cambio físico en su hijo o hija y perciben un malestar emocional relacionado con la situación difícil de ser un niño con más peso del que debería.

Desorden alimentario: evidencias

Cuando nos ponemos manos a la obra nos damos cuenta, en la mayoría de los casos, que existe un desorden en la alimentación de la familia al completo (no sólo del niño, por quien consultan) y hay además un profundo desconocimiento de las pautas de una alimentación saludable. Es evidente que, si nuestros referentes cuando estamos creciendo no tienen claros los pilares de una buena alimentación, no aprenderemos a alimentarnos de una manera saludable. Y si no le ponemos solución, en un futuro correremos el riesgo de ser un adulto con sobrepeso u obesidad. Con todos los riesgos de salud que entraña. Hay que establecer un cambio de hábitos, y no sólo en el adolescente o en el niño, sino en el entorno familiar.

Factores a tener en cuenta

Existen muchos factores a tener en cuenta que pueden dificultar el avance en el cambio de hábitos. Uno de ellos es la escasez de tiempo por parte de los progenitores para organizar, planificar, ir a la compra y, sobre todo, cocinar. Si no planificamos las comidas, comer puede dar lugar a combinaciones gastronómicas poco acertadas. Si a esto le sumamos que, tanto en la nevera como en la despensa, hay abundante cantidad de alimentos calóricos como dulces, snacks, refrescos, postres azucarados, es evidente que estamos fomentando su consumo. Acciones tan sencillas como poner un frutero en mitad de la cocina facilita de una manera espontánea su consumo. La falta de regulación en los horarios de las comidas puede favorecer hábitos como el «picoteo», una práctica nada recomendable. Hay que marcar unos horarios que sean flexibles, sin olvidar tener a mano recursos de tentempiés sencillos y saludables.

Un factor que afecta muy negativamente es el desconocimiento de la información nutricional de las etiquetas de los alimentos, dejándonos aconsejar por lo que la industria alimentaria nos impone en la publicidad. Los alimentos más saludables, que tienen que ser los protagonistas indiscutibles de nuestra alimentación, no suelen tener un hueco en los anuncios: frutas, verduras y hortalizas, legumbres, frutos secos, granos integrales, huevos y carnes magras.

Otro factor es la asiduidad con la que se recurre a pedir comida a domicilio o a ir restaurantes de comida rápida. Cada vez más familias recurren a pedir comida de este tipo por ser una opción rápida, sabrosa y, sobre todo, porque los niños se lo comen muy bien y no hay que insistirles.

Trazando una solución

Si todo lo anterior lo acompañamos con el poco o nulo fomento de la práctica de ejercicio físico dentro del ámbito familiar, es fácil que el sobrepeso aparezca y que con el tiempo derive en obesidad. Aprovechar el tiempo libre en familia para hacer rutas de senderismo, montar en bici o patines o practicar otro deporte es la excusa perfecta para pasar tiempo con nuestros hijos y que entiendan el papel tan importante que juega la actividad física en nuestras vidas. El entorno familiar, por lo tanto, es clave para prevenir estas situaciones de sobrepeso u obesidad infantil. La implicación de la familia es fundamental: debe asumir el papel de acompañar a los niños en el proceso de cambio de hábitos para la consecución de una alimentación saludable para todos. Y recordad que, en sus primeros años de vida, los padres son los responsables de la salud alimentaria de sus hijos. No los dejéis solos.