Un calzado infantil inadecuado puede provocar alteraciones en la pisada que deriven en deformidades en los pies o en el aparato locomotor debido a los malos apoyos generados en edad de crecimiento, según han informado desde el Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana. En general, el calzado idóneo es aquel que protege el pie sin deformar la marcha, que facilita la realización normal del paso y que se adapta desde el primer día a las dimensiones del pie del niño. Además, los zapatos deben estar elaborados con materiales naturales y flexibles que ayuden a la transpiración y permitan la libertad de movimiento. Por tanto, deben ser ligeros y carecer de costuras internas que puedan provocar roces.

Buena sujeción del pie

Por otra parte, los expertos aconsejan que el calzado cuente con algún elemento de sujeción como cordones, hebillas o velcros, que impidan el movimiento excesivo del zapato durante la marcha. En el caso de que lleven lengüeta, esta debe ser suave y almohadillada para distribuir de modo uniforme la presión sobre el empeine. No es aconsejable el uso de botas de caña alta en los niños ya que es preferible el empleo de medias cañas que facilitan la movilidad del tobillo. Para evitar rozaduras y problemas en el tendón de Aquiles, el talón debe estar reforzado y la caña del zapato ser acolchada. La altura del tacón no debe pasar los 3 o 4 centímetros y la puntera debe ser ancha y alta de forma que se evite que los dedos queden encogidos. La suela debe ser flexible a la vez que indeformable y antideslizante. La longitud del zapato debe ser aproximadamente de 1 a 1,5 centímetros superior a la longitud real del pie, para permitir el deslizamiento y expansión que sufre el pie al andar y cargar el peso corporal, así como para respetar su normal crecimiento.