Después de más de veinte años tratando pacientes con acné, todavía se me siguen planteando las mismas dudas en la consulta. Tal y como la ciencia confirma, el acné es una enfermedad, y debe tratarse como lo que es. El acné es una enfermedad común que afecta sobre todo a adolescentes, en una fase complicada de la vida en la que se está afianzando la personalidad propia de los individuos y en la que afrontar cualquier problema de salud puede resultar traumático, y mucho más cuando se trata de una enfermedad «visible». Las lesiones que produce el acné (espinillas, granos rojos y duros o granos con pus) se localizan en la cara y con menos frecuencia en la espalda, pecho, hombros y cuello.

El acné requiere tratamiento, y además muy personalizado para cada paciente en función de sus características individuales. Debemos suprimir el concepto de que el acné es cosa de la edad, me reitero en que el acné es una enfermedad y por tanto no se debe esperar a que el problema se resuelva solo ya que puede marcar inestéticamente la cara de una persona y en consecuencia, perjudicar su imagen. Aquí hay que incidir en la importancia de un diagnóstico y tratamiento precoz, ya que puede prevenir el desarrollo de cicatrices o marcas, mejorando el estado general de la piel y el aspecto físico.

A día de hoy, todos los tipos de acné son curables, independientemente del tiempo o de la combinación de tratamientos que requiera. A lo largo de los años las terapias para el acné han avanzado mucho. La investigación y la incorporación de nuevas técnicas ofrecen resultados prometedores. En cuanto al tratamiento farmacológico, tanto los métodos tópicos como los orales pueden pautarse de forma más personalizada, aumentando así su eficacia y disminuyendo la aparición de reacciones adversas. Los mejores resultados se observan cuando además se combinan con terapias complementarias como pueden ser los peelings químicos y las terapias lumínicas con luces leds, que combinan la acción estimulante del colágeno y la elasticidad mediante luz roja, con la acción antiinflamatoria y antibacteriana de la luz azul. También contamos con un innovador tratamiento que combina un gel fotoconversor con luz Led a una longitud de onda específica (Kleresca), que se puede aplicar como alternativa a otros tratamientos (principalmente los farmacológicos) cuando no están indicados por causas específicas de cada paciente.

El paciente con acné debe adquirir unos hábitos que harán que el tratamiento médico general sea más efectivo. Entre estos hábitos se incluye lavar la cara con los jabones y aplicar los cosméticos indicados por el profesional médico que le trata, evitar en la dieta exceso de cacao, frutos secos, mariscos, quesos, lavar regularmente el cabello y evitar el roce de éste con la piel, evitar situaciones anímicas conflictivas como estrés, nerviosismo, cansancio. Y por supuesto, desarrollar el hábito de cuidar la piel (no debemos olvidar que su belleza acentúa nuestra imagen).

En resumen, un tratamiento precoz del acné de la forma más adecuada a cada paciente puede evitar la aparición de marcas y cicatrices que puedan perjudicar la imagen del paciente y aunque el tratamiento de estas marcas a día de hoy también es posible, siempre es más conveniente la prevención y para ello se debe empezar a tratar el acné en las fases de inicio de la enfermedad.

Evidentemente, los tratamientos suelen ser largos y por la edad de los pacientes pueden costar de asimilar, pero en realidad, sólo un cierto rigor en los hábitos preventivos y el seguimiento por parte de los profesionales adecuados, puede hacer que la lucha contra el acné sea una realidad factible y un propósito al alcance de todos.