A la hora de dormir no vale cualquier almohada. La elección de este soporte debe adaptarse a la morfología de cada individuo con el objetivo de lograr un mejor descanso y evitar lesiones a nivel cervical y hombros. Y es que se estima que cada ser humano pasará un tercio de su vida reposando sobre una almohada.

La forma de dormir es el principal aspecto que debe condicionar la elección de una almohada u otra. El material, el grosor y la firmeza dependerán de la postura que adoptemos. De esta forma ayudaremos a "prevenir la aparición de alguna patología por una postura inadecuada de cabeza, columna y hombros sobre la misma", indica el Consejo General de Colegios de Fisioterapeutas de España (CGCFE).

Pero lo primero que hay que tener en cuenta es que no debemos dormir sin almohada, ya que nos exponemos a lesiones vertebrales y cervicales.

Si dormimos de lado. La postura más recomendable es de lado, en posición fetal y con las piernas ligeramente dobladas. En este caso se aconseja una almohada gruesa, de hasta 15 centímetros, y firme para que la cabeza permanezca alineada con el tronco.

Si dormimos boca arriba. La firmeza y el grosor de la almohada deberán ser intermedios (entre 10 y 13 centímetros de altura). La longitud de la almohada debe superar la del ancho de hombros.

Si dormimos boca abajo. Es la postura menos aconsejable. En cualquier caso, la almohada deberá ser muy fina y adaptable (de entre 8 y 10 centímetros de grosor). Estas almohadas son las que también se recomiendan para los niños.

Si cambiamos mucho de postura. En este caso lo más recomendable es una almohada de firmeza media que se acomode a las diferentes posiciones.

Si dormimos en pareja. Los fisioterapeutas desaconsejan que la pareja use una sola almohada. Cada persona debe tener la suya propia adaptada a su morfología y hábitos de sueño.

Contra los ronquidos. La apnea o los ronquidos son problemas respiratorios que se pueden mitigar con almohadas especiales que obligan a adoptar una postura de lado y facilitar así la apertura de las vías respiratorias.

¿Cuándo hay que renovarla? Por higiene y confort, lo aconsejable es cambiar de almohada cada dos o tres años, que es cuando empieza a perder sus características iniciales.