A lo largo de los últimos años me he cansado de repetir varias ideas acerca del acné. Como padres tenemos la responsabilidad de abandonar la idea recurrente de que el acné es una especie de estación de tránsito de nuestros hijos. A ellos, en no pocos casos, esta patología les estigmatiza y acompleja. Basta de remedios caseros que empeoran la enfermedad, basta de no hacer nada más que esperar, basta de razonamientos egoístas basados en un «Yo también lo pasé a tu edad». Estamos en el siglo XXI y las enfermedades se tratan.

El acné es una enfermedad que padece el 85% de la población en mayor o menor grado. Suele tener su inicio en la pubertad y se muestra con molestos granos, puntos negros, poros dilatados o rostro brillante. Hoy disponemos de un buen número de estrategias terapéuticas para combatirla y mejorar notablemente la calidad de vida de quienes la padecen.

Algunas ideas sobre el tratamientos

Obviamente el tratamiento del acné depende de la extensión e intensidad de la enfermedad. A la hora de elegir la estrategia terapéutica adecuada a cada caso hemos de tener en cuenta factores físicos y psicológicos: producción de cicatrices, edad del paciente, estado hormonal, las características de la piel, impacto en la calidad de vida, etcétera.

La combinación de diferentes terapias; tratamientos antibióticos, retinoides, hormonales, extracción de comedones, infiltraciones, etcétera, suele ser la mejor herramienta para controlar o curar la enfermedad.

En las próximas líneas me voy a ocupar de una de esas ramas de tratamientos: los peelings. Unos procedimientos que, usados médicamente, están ofreciendo resultados muy esperanzadores entre nuestros jóvenes pacientes.

¿Cómo funcionan los peelings en el acné?

Existen varios tipos de peeling químicos dependiendo de la profundidad:

Peeling Superficial: peelings suaves, poco agresivos que permitirán la incorporación social y laboral rápida al paciente. Aportan uniformidad al tono de la piel y un aspecto joven. Cierran los poros, atenúan las cicatrices propias de la enfermedad y ayudan a controlarlo. Están indicados también para el tratamiento de foliculitis (inflamación del folículo pilosebáceo) y secreciones sebáceas. Se usan dos básicamente:

- Peeling de Glicólico: se extrae de la caña de azúcar, está indicado en manchas, envejecimiento de la piel y acné no inflamatorio. Se puede realizar sobre toda la superficie corporal. Los días previos a la realización del peeling se debe preparar la piel mediante la aplicación de sustancias que contengan glicólico.

- Peeling de Ácido Salicílico: se extrae de la hoja del sauce, penetra con facilidad en los poros de la piel y tiene un efecto antiséptico y antiinflamatorio. Es seborregulador y queratolítico. Es efectivo en todos los tipos de acné, desde el comedoniano al quístico.

Combinados con láser fraccionado, suponen una terapia muy efectiva para disminuir tanto las lesiones como las marcas y cicatrices de acné.

Peeling Medio: con Ácido Tricloracético (TCA) está indicado en el tratamiento de cicatrices y marcas de acné más profundas. Requiere la aplicación previa de preparados de ácido retinoico. Suele producir una descamación entre el tercer y quinto día después de la aplicación y un ligero enrojecimiento de la piel.

Peeling Profundo: con Fenol es el más agresivo. Requiere de un período de recuperación más largo. Se aplica para tratar cicatrices profundas de acné. Se usa muy poco, ya que hablamos de un producto tóxico, que requiere anestesia para su aplicación y que blanquea la piel. Actualmente en desuso ya que el tratamiento con láser consigue el mismo resultado y minimiza los riesgos.

En resumen, no deberíamos olvidar, que cuando hablamos de acné, lo hacemos de una enfermedad. En general es conveniente consultar con el especialista, especialmente, cuando los síntomas se agraven o persistan en el tiempo. Solo él debería tomar la decisión de qué tratamientos aplicar en función del tipo de acné y estado de la piel. Los peelings químicos pueden ser una excelente opción para determinados pacientes. Una vez más, en todo caso, la personalización es la clave. Es importante una valoración previa y exhaustiva de la piel de cada paciente para poder plantear el mejor tratamiento.