Continuos cambios de tiempo, plantas y árboles en flor, más insectos por el campo y días cada vez más largos que invitan a aumentar las actividades al aire libre. Este es el cóctel que cada año trae la primavera y que se vuelve explosivo para algunos ciudadanos. La estación que acaba de empezar cuenta con achaques propios (la astenia o ciertas alergias) y otros cuya incidencia se dispara al llegar los primeros rayos de sol como ciertas conjuntivitis, el asma o la varicela.

Astenia primaveral

Se trata de un trastorno exclusivo de esta época que no suele precisar tratamiento y que remite al cabo de unas semanas. Pese a que existen dos vertientes (la astenia física y la psicológica), en ambos casos los síntomas son muy diversos y varían de un individuo a otro. Eso sí, en general, la astenia produce sensación de fatiga, dolores musculares, irritabilidad, tristeza sin motivo aparente o ansiedad, pero incluso puede llegar a provocar pérdida de peso, fiebre o cambios en el ritmo intestinal. Los médicos recuerdan que se trata de un trastorno leve y que remite con una serie de buenos hábitos como realizar ejercicio moderado (pasear, montar en bicicleta o nadar), seguir una dieta equilibrada, dormir al menos siete horas y reducir el estrés. Sólo si la sensación de fatiga se cronifica (dura más de 6 meses) es necesario ir a un especialista.

Alergias

Pese a que ocho de cada diez alérgicos lo son a los ácaros del polvo (es decir, sufren síntomas durante todo el año), quienes tienen alergia al polen ven en la primavera su particular enemigo. La Sociedad Española de Alergología advirtió hace unas semanas de que esta primavera "será muy dura" para los alérgicos, pero los médicos señalan que no se pueden hacer previsiones a tan largo plazo. Los expertos señalan que la elevada pluviosidad de este invierno favorece la germinación de plantas y la polinización. "Sin embargo, aquí depende mucho del clima del día a día. Los meses de mayor afectación para los alérgicos al polen son de mayo a julio. Pero un día puede haber una gran concentración de polen, al siguiente llueve y desaparece", indica el médico del Servicio de Alergología del Hospital de A Coruña Antonio Parra. Este especialista recuerda que, en Galicia, las gramíneas, la parietaria y el abedul son los principales alérgenos en primavera. Para aliviar los síntomas, aconseja "no salir al campo en los días de mucho polen, utilizar gafas de sol y evitar viajar con la ventanilla del coche abierta".

Problemas de piel

Aunque la mayoría de las alergias provocan estornudos o rinitis, desde la Asociación Española de Dermatología alertan de que, en ocasiones, estas alergias se manifiestan a nivel cutáneo. "La piel también sufre alergias y lo manifiesta con hipersensibilidad o reacciones exageradas ante cualquier estímulo", señalan y aconsejan seguir una serie de recomendaciones para evitar problemas cutáneos en primavera: desde evitar baños prolongados (mejor ducha o baño corto con agua templada), secarse bien después de la ducha y utilizar ropa de algodón y holgada hasta evitar los cambios bruscos de temperatura e intentar no rascarse cuando existe una lesión ya que puede llevar a la infección del sarpullido.

Asma

El otoño y el invierno, épocas donde las infecciones respiratorias son comunes, son propicias para las crisis de asma, pero también la primavera. "En ciertas zonas las crisis aumentan durante mayo y junio en relación con el polen. En Castilla, por ejemplo, hay tal concentración de polen, que muchas alergias cursan con asma", señala el alergólogo Antonio Parra.

Conjuntivitis primaveral

Se trata de una hinchazón prolongada de la parte externa del ojo debido a una reacción alérgica y cuya incidencia aumenta al llegar la primavera. Los síntomas van desde ardor y picor en los ojos hasta fotofobia (molestia frente a la luz brillante) e inflamación de la zona alrededor de la córnea. Evitar frotarse los ojos, calmar el dolor con compresas frías y usar gotas lubricantes mejoran los síntomas. Si la dolencia persiste, conviene ir al médico.

Varicela

Pese a ser un virus presente todo el año, la Asociación Española de Pediatría sostiene que en invierno y en primavera es más frecuente. Se caracteriza por la erupción cutánea, fiebre y malestar general.