¿Por qué la Navidad gusta tanto como disgusta? Mientras que unos se muestran impacientes ante la idea de reunirse con la familia, otros experimentan auténtica angustia solo de pensar en la apretada agenda social, familia incluida, que les aguarda.

Cumplir con familiares y amigos, acertar con los regalos, la pérdida de seres queridos, la obligación de tener que compartir mesa con familiares con quienes no se mantiene una buena relación, el autobalance que se nos plantea al finalizar el año y tener que mostrar la mejor de las sonrisas porque eso es lo que se espera estos días hacen que para muchos estas fiestas sean cada vez menos llevaderas.

Este año, además, a este cóctel de imposiciones hay que sumar la pérdida de ingresos y el desempleo a causa de la crisis. Se calcula que el ochenta por ciento de la población sufrirá a lo largo de estas fechas cuadros de melancolía, estrés, ansiedad y depresión.

Quien más y quien menos ha perdido a un ser querido, mientras que problemas personales, laborales, económicos o de cualquier otra índole pueden presentarse en cualquier fecha del año. Sin embargo es en estas fiestas cuando su impacto es mayor. ¿Por qué? Olegaria Mosqueda, presidenta de la sección de Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia, explica que esto es debido a la idea que se tiene de lo que se debe de hacer y de sentir en estas fiestas.

"Son unas fechas que cada uno interpreta según su biografía y expectativas. Los niños la viven con ilusión, los jóvenes con euforia y los adultos con tensión emocional. A muchos incluso les genera gran nerviosismo y ansiedad ¿Por qué? Porque parece que se tiene que ser feliz por decreto y se fuerzan mucho las situaciones", explica la psicóloga.

En estas fiestas, todo se magnifica, desde las viandas sobre la mesa hasta los sentimientos, y esto es, según Mosqueda, lo que provoca que la persona caiga en un estado de ánimo que es precisamente el contrapuesto del que se espera estos días. Para evitar este malestar, Mosqueda recomienda bajar los niveles de exigencia y no celebrar por obligación.

"Estas fiestas son muy mercantilista. Hay un exceso de regalos: en Navidad, en Reyes, y un consumo exagerado, que muchas veces impide que se disfrute de unos días de vacaciones. Pero la Navidad se puede vivir de otra manera, huyendo de todo este ruido. No tiene por qué celebrarse si uno no tiene ganas", añade Mosqueda, que augura que este año, los estados de malestar pueden agravarse por la crisis.

"Menores ingresos harán que el consumo también sea menor y que no podamos dar todo lo que queremos. Hay que pensar en lo fundamental y buscar esos momentos de encuentro con serenidad y disfrutar de lo que tenemos", explica Mosqueda, que recuerda que la felicidad no tiene que estar asociada a la cantidad o a la calidad de regalos.

El balance al que nos sometemos al finalizar el año pude ser otro desencadenan de frustración. "Reflexionar sobre lo que hemos hecho y en que podemos mejorar, siempre en positivo, es recomendable, pero hacerlo ahora es absurdo. El 1 de enero no cambia nada, solo el calendario, y son los peores días para hacer balance porque no nos permite hacerlo con sosiego", afirma.

La ausencia de los seres queridos también causa desazón e impide, además, disfrutar de quienes nos rodean. "Cuanto mayor se es con más tristeza se viven estas fechas porque la ausencia de seres queridos es mayor. Pero debemos pensar en estos días como una oportunidad para compartir nuestro tiempo y disfrutar de quienes estamos aquí", apunta.