Sentir el aire frío en la cara puede ser estimulante, sobre todo cuando se desciende a toda velocidad por las pistas de esquí, pero a la piel le provoca casi de inmediato problemas de deshidratación, sensibilidad...

Hidratar, proteger y reparar son las estrategias más adecuadas para cuidar la piel y aliviar las molestias más típicas del invierno: tirantez y enrojecimiento. Los cambios bruscos de temperatura entre la calle y los interiores con calefacción provocan que la circulación sanguínea se ralentice y los capilares se contraigan, lo que provoca la aparición de cuperosis, manchas rojizas alrededor de la nariz, pómulos y mejillas.

Cremas escudo

Las pieles secas, finas y claras son las más damnificadas. En esta época reclaman cremas que refuercen su barrera protectora con fórmulas nutritivas y texturas más ricas. Con activos hidratantes como el ácido hialurónico y la glicerina; reparadores, como los aceites vegetales o la manteca de karité, y antioxidantes como las vitaminas E y C, que neutralizan los daños de los radicales libres, aumentan las defensas y aportan luminosidad.

El rostro, las manos y los labios requieren mayor atención. Además de reaplicar las cremas o el bálsamo cuando sea necesario, hay que tener cuidado con la limpieza diaria, usando fórmulas suaves, cremas o leches, y evitando las que contengan alcohol. Para cambiar el tono apagado y desvitalizado que suele tener la piel en invierno, lo mejor es hacer una o dos exfoliaciones semanales, con productos delicados y, si no se tiene la piel muy sensible, optar por una crema de día con vitamina C.

No hay que bajar la guardia con la protección solar (ahora con un SPF 20 o 30 basta). También hay que procurar seguir la recomendación de muchos dermatólogos que aconsejan tomar el sol 10 minutos al día para sintetizar la vitamina D. Y, puestos a estrenar agenda, es una buena época para un tratamiento despigmentante que borre las manchas del verano.

Si vas a esquiar

El esquí es un deporte exigente que requiere una buena preparación física para disfrutarlo y reducir el riesgo de lesiones en el tren inferior, los cuádriceps, los isquiotibiales y los ligamentos cruzados laterales, las partes del cuerpo que más sufren con su práctica.

1) En casa: Trabajar el fondo subiendo y bajando un escalón, con peso o sin él, y haciendo multisaltos variando de altura y dirección, con los pies juntos, separados y a la pata coja. No hay que descuidar los abdominales. Si está en buena forma, pruebe los ejercicios isométricos, de mayor intensidad que los convencionales, que generan una tensión constante en las fibras musculares. En este tipo de abdominales no se cuentan las repeticiones sino el tiempo.

2) Calentar y estirar. La mayoría de las lesiones en las pistas suelen producirse en la primera bajada, cuando los músculos están fríos, o en la última, como consecuencia de la fatiga. Para prevenirlas conviene hacer ejercicios de calentamiento antes de empezar -ejercicios de movilidad articular de cabeza, brazos, tronco y piernas, flexión y extensión de cadera y 10 minutos de sentadillas- y estiramientos al acabar. Un buen consejo de experto es empezar siempre por una pista suave, independientemente del nivel del esquiador.

3) En el neceser. Imprescindible llevar alta protección solar -la nieve refleja el 80% de la radiación solar- para cara y bálsamo de labios.