Agosto, la última etapa de un verano dominado, en la moda, por una auténtica explosión de colores que se manifiesta claramente en las calles de las ciudades y en las playas y centros de veraneo. Cuando llegue el otoño las tornas cambiarán por completo. Los verdes, fucsias, rojos y azules intensos darán paso a los negros y grises, que serán protagonistas indiscutibles de la nueva estación.

Solo el elegante azul noche alegrará un poco los atuendos, profusos en detalles en terciopelo y lentejuelas, que aparecen en zapatos, botines y cinturones. La colección de Guy Laroche, presentada y aplaudida en los desfiles de París, refleja a la perfección esa filosofía otoñal. Laroche alarga las faldas y sube los escotes, a la vez que se decanta por tejidos ricos y trabajados, como brocados y bordados.

Así que la ausencia de colorido se compensará con la riqueza de texturas, muy presente también en las propuestas de Olivier Rousteing para Balmain, con chaquetas safari en piel de color caqui combinadas con pantalones cargo, y vestidos azul oscuro y peplums de piel labrada hasta el extremo.

Karl Lagerfeld, por el contrario, ha ideado para Chanel una colección repleta de trajes de falda, amplios abrigos de tweed y grandes suéteres, que, no hace falta ser un lince, serán una de las propuestas copiadas hasta la saciedad por las cadenas de moda asequible. El Kaiser lanza a la pasarela tonalidades cítricas que tendrán difícil encaje en un otoño tan lleno de grises y negros, en el que también destaca la ausencia de los marrones.

Raf Simons, muy en su línea, ha cosido para la maison Dior trajes sastre y faldas de volúmenes imposibles, junto con vestidos ceñidos y abrigos bien pegados a la silueta.