Aunque los trajes de noche y de fiesta son la especialidad de la firma creada por Georgina Champan y Keren Craig, lo de Marchesa no se refiere exactamente al título nobiliario. Cuando llegó el momento de elegir nombre para su marca de moda se acordaron de una excéntrica italiana cuya biografía habían leído de jovencitas.

Se trataba de la heredera, musa de artistas y mecenas Luisa Amman (1881- 1957), más conocida por su nombre de casada, Marchesa Casati Stampa di Soncino, que en los albores del siglo XX destacaba por su originalidad y decía cosas como "quiero ser una obra de arte viviente". "Tenía sentido adoptar su nombre -explica Georgina Chapman-, porque era una mujer con una gran personalidad, capaz de jugar con la moda y crearse un estilo propio y excepcional. Lo mismo que queríamos lograr con nuestra ropa, que fuera para las grandes ocasiones, muy exclusiva y personalizada".

Tanto, que pronto empezaron a fijarse en ella algunas de las más famosas estrellas de Hollywood, que ahora se encuentran entre su selecta clientela.

Claro que tal vez contribuya a ello que Georgina Chapman, nacida en Londres, tenga a muchas de ellas en su círculo social, ya que desde el 2007 está casada con uno de los más importantes productores de Hollywood, Harvey Weinstein , con quien tiene dos hijos. Weinstein es fundador y dirigente de Miramax y de la compañía que lleva su apellido y que comparte con su hermano.

Poco partidaria de comentar asuntos personales, Chapman explica que sus estudios de moda siempre fueron encaminados al "diseño de vestuario para cine y teatro", y por eso, "cuando Keren y yo terminamos la carrera y decidimos crear una marca quisimos que fuera de ropa para fiesta y para la noche".

Otra cosa que les decidió fue pensar que "en Inglaterra ya hay muchos y muy reconocidos diseñadores de moda y queríamos distinguirnos de los demás".

Ayudó en sus primeros pasos que a la famosa editora de revistas Isabella Blow le llamara la atención el traje de la asistente a una fiesta, que era uno de los que había presentado Chapman en su colección de fin de carrera.

Tal vez por eso, porque sabe lo importante que es el apoyo de una personalidad con prestigio,

Chapman aceptó estar al frente del jurado que debía elegir a nueve jóvenes diseñadores con talento para premiar y promocionar su trabajo en el proyecto Barcelona Designers Collective, organizado por La Roca Village. Sabe que los comienzos siempre son duros, pero se muestra satisfecha de lo lejos que ha llegado su firma. Reconoce que "lograr que una estrella o una personalidad se ponga un vestido tuyo es la mejor publicidad que se puede tener".

Para ello hay que seducir antes a las estilistas de la meca del cine, esas personas que aconsejan y ayudan a las celebridades a vestirse, a las que invitan a los desfiles y las presentaciones.

Chapman reconoce que una de las mujeres que más satisfacción les han proporcionado es Michelle

Obama. "Es muy atractiva y tiene mucho gusto, y siempre es un placer conversar con ella. Es un orgullo que decida ponerse nuestros modelos", reconoce. Y añade que no han tenido que lidiar con muchas manías a la hora de vestir a las estrellas. "Al contrario, cuando trabajas con ellas se crean momentos realmente mágicos. Los vestidos que se ven en las pasarelas -apunta- cobran vida cuando alguien decide ponérselos, y si se siente a gusto, su bienestar se proyecta".

Se ríe cuando se le pregunta por el truco para saber elegir el vestido de las grandes ocasiones: "El único secreto es que la mujer se sienta guapa y cómoda. Todas quieren lo mismo, sean estrellas o no", sean altas, bajas, delgadas o con curvas. "Yo no hago vestidos en serie, y eso me permite adaptarlos a cada mujer", asegura.

"Creo que una de las cosas más interesantes de mi trabajo es precisamente la oportunidad de tratar con mujeres muy distintas, y es todo un desafío conseguir que todas se sientan hermosas. Experimentar con distintos cuerpos y estilos es estimulante, y hasta emociona que te expliquen cómo se sienten cuando se prueban o se ponen un traje", afirma.

No envidia, en cambio, el paseo por la alfombra roja al que se ven obligadas las actrices.

"Estoy segura de que me quedaría petrificada. Nadie se imagina lo terrorífico que puede ser para una actriz recorrer la alfombra roja, con millones de ojos fijos en ti, rodeada de cámaras, captada desde todos los ángulos posibles. Por eso, para un diseñador de moda significa una gran responsabilidad aconsejarles qué deben ponerse teniendo en cuenta cada situación", señala. Porque otra función del vestido es, según ella, dar sensación de seguridad.

Aunque no es partidaria, tal vez porque forma parte de la industria, de que "se dé tanta trascendencia a la moda en momentos en que lo importante es el cine" y considera casi una falta de respeto que en la entrega de los Oscar, por ejemplo, se hable casi más de los vestidos que del trabajo de los premiados. "Los protagonistas han de ser quienes forman la industria y su trabajo", concluye.