Al viajero vocacional no le decepciona nunca el recorrido ni las historias que lo acompañan. Lo he observado en quienes viven del viaje -a veces de larga temporada- y están ya acostumbrados a amoldarse a nuevas culturas y dificultades, mostrando un espíritu con flexibilidad de bailarina: pueden sentir desprecio y una honda decepción por las personas de su familia, por amigos, por parejas, por pequeñas cosas, y no tolerar a quienes tienen una opinión política diferente a la suya, pero en los viajes lo aceptan todo...