Hoy les mostramos una obra que sus arquitectos, Jorge Gámir Fonseca y Emilio Gámir Casares de Tasvalor Arquitectura Madrid, definen como un juego. Esta casa en Mallorca es el juego, con intención, de los volúmenes bajo la sombra. La que proyecta con vuelo ligero la cubierta de hormigón blanco que cubre toda la casa. Los arquitectos, que trabajaron con el aparejador Sebastià Pons Fiol y el constructor Blauvert Sl de Puerto Pollença citan en su descripción del proyecto a Le Corbusier quien definía la arquitectura como un juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz. Y desde ahí todo. La sombra sin embargo no tiene que ser sinónimo de oscuridad. Mucho menos en Mallorca, donde la luz a veces es tan intensa que resulta cegadora.

La sombra está llena de matices, de espacios, de penumbras. De interés. La cubierta en la casa que hoy les mostramos protege y cobija los volúmenes y espacios, que fluyen sin límites entre interior y exterior. A esta cubierta se le han practicado unos huecos estratégicamente colocados para permitir el paso del sol a los espacios entre volúmenes, al patio, al agua.

La luz se tamiza, altera, difumina, inunda. Modela. Es todo. Es más, cada estancia está dotada de la luz y la sombra más adecuadas. Esas luces se consiguen con los reflejos, rebotes, vidrios translúcidos, de control solar, espejos, telas? Las sombras se gradúan mediante contraventanas mallorquinas, estores enrollables, velas y toldos exteriores. Mediterráneo puro. Al igual que los materiales escogidos para la obra que son del lugar, con sus tonalidades ocres y sus muros de mares, tan característicos, formando bancales como a la manera tradicional de domesticar el encrespado terreno en ladera. Se trató además que los materiales sean continuos y difusos, sin juntas, para acompañar la fluidez, como el hormigón blanco pulido de los espacios interiores, el cemento desactivado de las terrazas y los microcementos de los baños.

En realidad no se ha construido una casa, se ha construido una sombra. El elogio de la sombra. El reto fue construir una organización moderna de vivienda, en la que existe una circulación interior en época fría, y otra exterior para los tiempos templados, con unas formas contemporáneas, pero con los mecanismos y métodos de construcción tradicionales.

Los muros masivos, las contenciones de pedra en sec... generan una gran masa que le dan a la vivienda mucha inercia térmica, que permite tener un correcto control sobre el frío invernal y el calor estival. Se trata también de controlar el excesivo soleamiento y dominar las corrientes y ventilaciones, para forzar el frescor.

El lugar y el entorno dieron todas las claves, sólo hacía falta dar con los especialistas del lugar en construcción de muros en seco, carpinteros de los astilleros de la próxima localidad de Puerto Pollença, para la fabricación del encofrado del hormigón blanco de la cubierta. Ellos fueron clave para desarrollar con éxito una intervención que ha tratado en todo momento de adaptarse al lugar y al paisaje de la forma más natural posible. Por natural se ha entendido el aterrazado del terreno y los bancales de piedra de marés.

Con el trazo grueso se ha dibujado en el terreno la secuencia de los muros paralelos de contención de la ladera, con ritmos cambiantes, con silencios y con énfasis.

Con el trazo fino se han dejado caer las piezas habitables como las plantaciones de árboles, cada una con sus leyes, unas para vivir con sus dimensiones humanas, y otras para poblar con sus retículas, tresbolillos... La presentación de la casa entre los olivos preexistentes es una secuencia de planos de profundidad de muros, con una ligera cubierta sobrevolando el conjunto. Un homenaje a la vida, a la luz.