El estilo provenzal, una especie de rústico, más liviano y luminoso, se caracteriza por esas magníficas telas de inspiración india (´indiennes´), que han dado la vuelta al mundo y hoy pueden encontrarse en una mansión de la campiña inglesa o en una casa rural de Soria.

Frente a los muebles macizos preferidos por otros estilos ligados a la vida campestre, el provenzal sugiere piezas más ligeras, pero sin olvidar el toque artesano que caracteriza esta decoración típica de las casas de campo. Combina alegres colores, estampados florales y piezas que dan a cada rincón de la casa un aire sofisticado a la vez que muy acogedor.

El desorden organizado de objetos es otra de las claves en la decoración de esas casas con contraventanas azules, que se pusieron de moda en todo el planeta cuando Carolina de Mónaco se retiró a llorar su viudez a Saint-Rémy-de- Provence.

Entre los complementos ideales para este tipo de viviendas figuran los viejos arcones a modo de mesitas. Sobre ellos pueden colocarse jarrones, plantas secas o algún marco bonito con una foto familiar. Y de paso sirven para guardar cosas dentro de ellos: mantelerías, juegos de sábanas o mantas. Las vigas en el techo y las lámparas de hierro forjado son otros distintivos.

El provenzal tiene como característica la paleta en tonos suaves que pasa por blancos, cremas, tostados y marfiles, creando espacios de ambientes que resultan elegantes y clásicos. Y es que en una casa provenzal nunca aparecerá un papel pintado ni un entelado en las paredes. Las cocinas adquieren protagonismo, integrando isletas a modo de mesa, en las que no faltan las sillas tapizadas. La grandeza del provenzal es que puede llevarse sin problemas a un piso de ciudad, aunque desde la ventana no se divisen los campos de lavanda.

Tesoros de mercadillo

Los mercados semanales que animan los pueblos provenzales son una auténtica mina para aquellos a los que les gusta «cazar» auténticos tesoros textiles como son esas telas «indiennes» que se produjeron por primera vez en Francia durante el siglo XVII. Se inspiraron en los métodos y diseños de los tejidos importados de la India en esa época, que se frenaron por iniciativa del rey Luis XIV. Durante los siguientes doscientos años la producción de telas de Provenza creció con fábricas en Orange, Aviñón, Tarascón y Aix. Hoy son auténticos clásicos.