Son unos de los «residentes» más indeseables y molestos de Torrevieja, a pesar de la simpatía que derrochan las cotorras que se mueven con libertad por parques y jardines. Aves de apariencia inofensiva que bajo el bonito plumaje en tonos verdes esconden su condición de especie invasora nociva en los lugares que escoge como su hábitat en la ciudad. No tienen mal gusto las cotorras al elegir sus «zonas residenciales», no. Las mayores colonias de esta especie originaria de América del Sur (la más popular es la cotorra argentina) se localizan en el parque de Doña Sinforosa, el palmeral privado de la playa de Los Locos, o el parque de la Estación. También merodean, en menor número, por la zonas agrícolas en torno al Hospital Universitario de Torrevieja y en Lo Ferrís.

Y aunque de momento estos primos de los loros no han dado todavía con instalarse en tropel en el Parque Natural de las Lagunas, los biólogos medioambientales ya se temen lo peor visto como se las gastan. Porque también han encontrado acomodo en algunas zonas de pinares de la laguna de La Mata, de forma testimonial. Buscan sobre todo especies de gran porte arbóreo para establecer sus nidos en las alturas y abundancia de recursos alimenticios a la par que tranquilidad en cuestión de vecinos, según explica el biólogo Carlos Sánchez.

Tampoco les importa si a su llegada hay inquilinos anteriores, acaban desplazando a cualquiera. Y ni los cernícalos que patrullan los cielos urbanos torrevejenses consiguen amedrentar a estos finos pajaritos de poderoso pico y fuerte sentido gregario. Si se juntan más de tres no hay quien se atreva a hacerles frente en el aire. Es decir, en la ciudad, no tienen depredadores naturales.

Más que como amenaza, los expertos alertan del grave problema ambiental que ya supone en Torrevieja esta especie que en 2013 fue incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. Algo que implica la obligatoriedad de eliminarlas. Aunque en Torrevieja todavía no se ha planteado como un problema a abordar ni urgente, en Madrid, Sevilla o Zaragoza se han llevado a cabo planes para reducir la población con desigual éxito. Desde retirar los huevos de los nidos o, directamente suprimirlos, a abatir a tiros a las aves con escopetas de aire comprimido.

No sólo terminan desplazando del espacio aéreo a otras especies altamente beneficiosas como gorriones, golondrinas, mirlos o vencejos. Su enorme capacidad de adaptación a cualquier ecosistema y su versatilidad dietética hace de las cotorras animalitos nada tiquismiquis con lo que llevarse a la boca. Les da igual que sean semillas, brotes de ramas, fruta, verdura, insectos e incluso, de forma excepcional, aseguran algunos estudios, otros animales muertos. Se lo comen casi todo. Y si necesitan agua para beber, la emprenden con las redes de riego por goteo.

Eligen para anidar zonas elevadas donde construyen con ramas grandes nidos comunales y suelen ser prolíficos, con cada puesta una pareja puede sacar adelante entre cinco y ocho crías. Un uso de las ramas que, por cierto, puede afectar a los árboles hasta secarlos.

Focos

En poco tiempo se pueden formar grandes comunidades de cotorras en libertad, y su esperanza de vida (al menos en cautividad) puede superar los quince años. Llegaron a nuestras casas como mascotas en los años setenta. Su pequeño tamaño y su predisposición a la convivencia las convirtieron en habituales aves de compañía. Inteligentes y cariñosas son capaces de imitar sonidos y repetir algunas palabras lo que las hace especialmente divertidas. Algo que se hace notar en las calles, en su hábitat de aves asilvestradas. Aunque en el caso de la Vega Baja hay un punto de expansión inicial importante, al margen de quien dejara escapar a su mascota. Un conocido promotor inmobiliario de Orihuela Costa se recreaba entre sus conocidos en el hecho de haber liberado varias parejas en su campo de golf.

Les gusta interactuar y relacionarse con los humanos, por eso hay cierta tendencia a dejarlas sueltas por la casa en algún momento del día. Pero es también un ave que puede alzar el vuelo si encuentra una ventana abierta, por eso no es casualidad que las principales comunidades de cotorras en Torrevieja se localicen en grandes zonas ajardinadas rodeadas de bloques residenciales como el parque de Doña Sinforosa o el de La Estación.

No es raro que muchas hayan encontrado la libertad accidentalmente desde las viviendas cercanas, o que hayan sido liberadas por sus dueños al término de sus vacaciones en Torrevieja cuando la jaula de la mascota es un trasto más en el viaje de vuelta.