A las 11 en punto de la noche, con el sonido de las campanas de la Iglesia de Santiago, Orihuela se quedó a oscuras un año más. El Cristo del Consuelo era el protagonista de la noche. La Hermandad del Silencio saca el trono cada Jueves Santo en una procesión única marcada por la solemnidad.

Los penitentes, todos ellos hombres mayores de edad ataviados con hábito capuchino, fueron saliendo de la Capilla de la Comunión de la Iglesia de Santiago con un farol en la mano, la única luz que ilumina a la ciudad la noche del Jueves Santo, en un ritual que no ha cambiado en los 80 años de antiguedad que tiene la Hermandad. El momento más esperado de la noche no se hizo esperar. Por la puerta salió el Cristo del Consuelo, una talla que José Puchol talló en 1795. Allí se ha producido el mágico y sobrecogedor momento de escuchar el Canto de la Pasión, que rompe el silencio de la noche. Los oriolanos esperaban en las distintas calles por las que discurre la procesión la llegada de los penitentes y del más de medio millar de alumbrantes que acompañan al Cristo.

El sonido del golpe de una bocina sorda y de un timbal destemplado es lo único que se escucha para iniciar el recorrido. Esta vez ninguna banda anuncia la llegada. Sólo el sonido de un tambor hicieron al público esperar de pie, y en completo silencio -algo que se sigue manteniendo- la llegada del desfile procesional, en una ciudad a oscuras, donde comercios, hogares e iluminación urbana se apagan en señal de respeto.

Solemnidad

La solemnidad y el rigor son las señas de identidad de la Procesión de la Hermandad del Silencio que, por unas horas, deja Orihuela a oscuras. Pocos son los que ven este desfile, catalogado a nivel nacional dentro de las diez mejores procesiones de España en cuanto a su austeridad y originalidad, a los que no se les pone los pelos de punta al paso de los anónimos penitentes, muchos de ellos extranjeros, y al ver la silueta del Cristo reflejada en paredes y edificios por la luz de los faroles. Es la procesión más íntima y penitencial que invita a la reflexión, necesaria también en estos días. El obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, no quiso perderse la que dice sentir como una de las procesiones más especiales de la Semana Santa alicantina. Junto al Obispo, que preside la procesión, muchos sacerdotes oriolanos, el Cabildo Catedralicio y seminaristas.

El presidente de la Hermandad del Silencio, Ignacio Martínez, quiso ayer explicar, poco antes de iniciarse la procesión, lo que significa «ese momento íntimo, penitencial y severo que invita a reflexionar y que los penitentes vivimos con intensidad y cumpliendo con la misma tradición y ambiente estricto y de respeto con el que se inició en 1939 tras la Guerra Civil, en unos momentos muy duros para la población oriolana». La procesión anuncia que Jesús ha muerto y Orihuela está de luto. La noche del Jueves Santo es la más larga en cuanto a desfiles procesionales. Al finalizar la procesión del Silencio, tres horas después, pasadas las 2 de la mañana salió la procesión de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, ya en Viernes Santo, que mantiene el carácter penitencial.