Orihuela

«Los inmigrantes son un poco invisibles, sólo los vemos cuando creemos que nos molestan». Con esta frase para la reflexión nos recibe Antonio Alfonso Sánchez, presidente de la asociación Vega Baja Acoge, que estos días cumple todo un cuarto de siglo de vida de atención a los inmigrantes que llegan a la comarca, literalmente, sin nada. Una exposición de fotografías que se puede ver en el Auditorio de La Lonja de Orihuela hasta el 28 de marzo muestra los rostros y las historias de personas que han llegado a nuestro país desde diferentes partes del mundo y que sufren el llamado microrracismo, o racismo de baja intensidad, como las trabas para alquilar una vivienda o las identificaciones por parte de la Policía sin causa justificada. Es sólo una parte de las injusticias contra las que lucha Vega Baja Acoge desde hace 25 años.

Con sede en Orihuela, esta asociación ha abierto, en todos estos años, un total de 11.867 expedientes, que suponen la atención de más de 16.000 inmigrantes, cada uno con su propia historia y sus circunstancias, que llegan a la asociación en busca de asesoramiento legal, trabajo y hasta un techo donde poder dormir con sus familias. Todos ellos son atendidos, con delicadeza, por un grupo de profesionales entre los que se encuentran cuatro trabajadores sociales, una abogada, una maestra, una psicóloga y una técnico de proyectos que, junto a un grupo de 30 voluntarios, prestan ayuda a quienes menos tienen. La asociación cuenta con una casa de acogida temporal, para los casos de personas en situación de vulnerabilidad y otra para refugiados, gracias a un programa nacional que gestiona el gobierno español. Ambas situadas en Orihuela. «Están un periodo de tiempo en el que los ayudamos, les damos clases de español y cursos para que puedan trabajar y así retomar su vida», explica Inma Sánchez, coordinadora de Vega Baja Acoge.

Todo comenzó a principios de 1993 cuando un grupo de oriolanos que estaban en Amnistía Internacional, entre ellas Antonio Alfonso Sánchez, observaron con preocupación la llegada de inmigrantes al Convento de San Francisco de Orihuela. «Decidimos crear entonces Vega Baja Acoge y empezamos abriendo un día a la semana en el que dábamos clases de español y repartíamos comida y ropa. 25 años después participamos en 25 programas de voluntariado y ayuda social y contamos con 9 profesionales», cuenta el presidente de la asociación.

Recuerdo

En todo este tiempo han vivido todo tipo de situaciones, pero Antonio Alfonso Sánchez, recuerda dos de las que guarda un grato recuerdo. Una surgida de una desgracia como la muerte de un ecuatoriano mientras trabajaba como pintor en situación irregular. Su viuda, con un niño pequeño, se quedó sin nada y la Seguridad Social se negó a pagarle una pensión de viudedad al no tener contrato su marido. «Nos hicimos cargo del caso y llevamos a juicio a la Seguridad Social, le ganamos en dos tribunales y creamos jurisprudencia, que ha podido ayudar a otras personas que se han encontrado en una situación así». La otra historia que recuerda es la acogida que hicieron a una mujer y a su hijo que vivían en un huerto en Molins. «Los llevamos a la casa de acogida y después la mujer pudo reagrupar a otro hijo; ahora están completamente integrados, incluso el chaval que recogimos sale en Los Armaos», cuenta orgulloso.

La asociación tiene una bolsa de empleo y mediación laboral que ayuda a muchas empresas de la comarca a encontrar trabajadores y ofrece cursos como el de cuidar a personas mayores, de cocina o de costura, que permiten a los inmigrantes que asisten, tener mayores conocimientos para su integración laboral. También ofrece asesoramiento legal, muy utilizado en el caso de las reagrupaciones familiares y la regularización de su situación.

En sus clases se aprende español y se facilitan los conocimientos para poder aprobar el examen de nacionalidad. La psicóloga también tiene mucho trabajo. «Escucha historias tremendas, y nosotros somos el pañuelo de lágrimas de las personas que vienen con problemas tremendos», señala Inma Sánchez. En definitiva, ayudan a integrar a los que quieren ser nuestros nuevos vecinos «aunque aún queda mucho camino por andar y muchas campañas de sensibilización para que dejemos de criminalizar al inmigrante», lamentan.