La lluvia fue la protagonista a última hora en un Viernes de Dolores que amenazó agua toda la jornada y cuando ya la Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias y el Santísimo Cristo de los Agobiados estaban en la calle, en la procesión que sirve de preámbulo a la Semana Santa de Orihuela. La estación de penitencia desde la iglesia de las Santas Justa y Rufina salió cuando algunas gotas habían comenzado a caer. Las bocinas, clarines y tambores habían anunciado que el primer colectivo cofrade ya estaba en la calle y cientos de oriolanos había acudido para arroparlos porque la ciudad ya respira el ambiente único de la Pasión.

Los nazarenos que integran la hermandad cumplían a la perfección con la tradición huertana del Camino de Cartagena: media capa, faro y cruz pectoral de Caravaca. Como colores, el negro y el blanco. Tras los nazarenos salió la primera de las tallas, el Cristo de los Agobiados, y viendo que la lluvia comenzaba a arreciar se decidió volver al templo para cubrirla. La convocatoria seguía tocando sin darse cuenta de ello, como los nazarenos. Un pequeño caos que se resolvió en cuestión de muy pocos minutos. Todos llegaron al templo, los nervios cundieron y se procedió a tapar las imágenes para, finalmente, volveer a salir y completar el recorrido. El Cristo iba tapado con un enorme plástico para evitar los daños.

A continuación salió el tercio de Nuestra Señora de las Angustias, obras de Antonio Greses (1968), que también iba perfectamente protegida. La procesión discurrió con algo más de celeridad de lo habitual porque los hermanos llevaban un año esperando este momento para rememorar cuando, en el Camino de Cartagena, a menos de un kilómetro de Orihuela, un agricultor halló la imagen de una Virgen y su hijo dentro de un cofre. Fue el 21 de octubre de 1648.