Un infierno. Así es como describen algunos vecinos de San Antón su estancia en este popular barrio de Orihuela que se están planteando, incluso, dejar sus casas. La culpa de lo mal que lo están pasando no supera los 40 milímetros pero posee unos pelos urticantes que hacen a estos insectos temidos allí donde se establecen. Se trata de la oruga procesionaria de los pinos. Un buen grupo de ellas está causando estragos a los vecinos de San Antón, sobre todo a quienes viven junto a uno de los pinos donde se ha establecido una enorme colonia, y no sólo este año. La situación es tan grave que una de las familias afectadas ha tenido que acudir varias veces a urgencias para ser tratada por las rojeces y picores por todo el cuerpo que les han producido las orugas.

Una de las afectadas es Vanessa, quien nos muestra las consecuencias de toparse con estos insectos. Su espalda está llena de habones y rojeces, y no sólo ella, a sus hijos de 11, 14 y 21 años ya les han tenido que pinchar varias veces para aliviar el fuerte picor y dolor. También sus primos, el hijo de 5 años de su primo o un bebé de tan sólo 3 meses de unos vecinos ha sufrido las consecuencias de esos «pelillos». «Es un sin vivir, tengo que estar todo el día con las ventanas cerradas porque si no entran y toda la familia tenemos que ir al hospital, porque me llueven las orugas ya que tengo el pino encima, y se caen las bolsas», explica Vanessa, mientras muestra cómo las ramas del pino llegan a la segunda planta de su casa.

Los vecinos han presentado varios escritos dirigidos al Ayuntamiento, incluso al alcalde de Orihuela, pidiendo la eliminación de los pinos infestados de procesionaria. Aún no han tenido respuesta. «Hace más de un año que hablamos con el pedáneo quien tras darnos largas al final dijo que limpiáramos el solar donde está el pino y después vendría la maquinaria, pero hace meses que la vecina, propietaria del solar, lo limpió y aquí no ha venido nadie», se queja Vanessa. «Salgo lo imprescindible de casa, para trabajar y después encerrada porque no se puede estar así, me paso el día llorando y hasta sueño con las orugas», dice, nerviosa, esta vecina de San Antón. Las «filas indias» que forman las procesionarias son visibles en las aceras, y hasta ocupando farolas y otro mobiliario del barrio.

Lo peor, cuentan en el vecindario, son los pelos urticantes que no se ven y están por todas partes y vuelan cada vez que barren. «Me tengo que duchar 7 veces al día, por los pelillos, y me he tenido que comprar una secadora porque no puedo tender la ropa, ya que se llena de ellos y al ponérnosla nos llenamos de habones y unos picores insoportables», explica. La plaga se ha convertido en un problema tal que esta vecina dice que «me estoy planteando irme de esta casa».