A poco más de un año vista de las elecciones municipales, los dos grandes partidos en votos y alcaldías de la comarca: el PSOE y el PP, demuestran llevar una empanada en la Vega Baja como nunca se había visto. Esta situación ha llevado a dirigentes de ambas formaciones políticas a compartir sonrientes una fotografía (que después enviaron a la prensa, claro está) horas después de que votaran enfrentados en una comisión de las Cortes Valencianas en el único proyecto de futuro que dicen tener para la Vega Baja: un intercambiador de mercancías ligado al Corredor Mediterráneo.

Alejados cada vez más de una comarca que tiene como pocas sentido de identidad propia, esa que ha hecho reconocerse a muchos vecinos más como «de la Vega Baja» que del propio municipio en el que viven o han nacido, la realidad es que cada vez sus políticos tienden a parecerse más a lo que ven fuera que lo que tienen dentro, que es a lo que dicen defender.

Y así, quien tendría que marcar el camino no sabe, no puede o no quiere. Es el caso del PSOE, con Manuel Pineda, quien no se rasga las vestiduras ni cuando uno de sus alcaldes, el de Algorfa, Manuel Ros, triplica la tasa de alcoholemia y se pasa dos días escondido sin coger el teléfono -«a ver si así no me lo publican», pensará- para después alegar como justificación que tiene su derecho a la vida privada (lo de ser un ejemplo para sus ciudadanos, y máxime siendo el responsable de la Policía Local, es una cuestión que se pasará por el forro). Y mientras, el PP sigue huérfano de un líder (y de un municipio de la costa seguro que no va a ser) que sepa hacia dónde ir. Desde que se marchó Mónica Lorente, con sus defectos y aciertos, pero que sabía a qué se jugaba, nadie le ha hecho sombra a su recuerdo y Adrián Ballester, en su papel de coordinador, se le ve hace mucho desencantado, tragando sapos y culebras y tapando vías de agua allí donde se le cita y pensando en un futuro fuera de la política, paso que ya ha dado el alcalde de su municipio, Emilio Fernández, de Redován, quien dice con sosiego y templanza que ya ha tenido bastante. Me lo creo.

Y esta cruda realidad que describo es inherente o una consecuencia misma de la situación que se vive en los dos principales polos económicos y motores turísticos de la comarca: Torrevieja y Orihuela, condenados a no entenderse de por vida. Son el día y la noche y se gustan y se reconocen así: enfrentados en vez de sumando para ellos y para la comarca de la que se pelean por ser la capital.

En el caso de los socialistas, en Torrevieja directamente no se ve apenas su gestión, salvo honradas excepciones. Y es curioso lo mucho que ha ido Ximo Puig a Orihuela en comparación con Torrevieja. Sólo los éxitos del alcalde José Manuel Dolón (Los Verdes), un político que reniega de serlo después de casi dos décadas, pero que está sacando lustre no sólo a sus aciertos sino incluso a sus errores con un verbo fácil y una etiqueta difícilmente mejorable en este mundo de la política: el sueldo lo dona y, si hace falta, pone de su bolsillo. Y eso, y tener claras sus ideas (gusten o no), le ha dado una pátina de seguridad que como dirigente hace que a día de hoy tenga más enemigos que puedan hacerle daño entre sus funcionarios que entre las filas de una oposición que sólo ha sabido dar la misma medicina que a ellos les dieron siendo gobierno: criticar, criticar y aportar muy, pero que muy poco. Curiosamente, Dolón tiene como principal escudero a una socialista, la portavoz Fanny Serrano, quien sabe que ni aún queriendo tiene futuro en esa Alcaldía más allá de 2019 porque no cuenta con el respaldo de los suyos. Y en eso andan una vez más los socialistas de Torrevieja: en buscarse otro líder. Después ya la echarán en falta o no.

Y en Orihuela, los socialistas, más que vagar sin rumbo, da la sensación de una falta de peso y trabajo en la gestión dentro de un grupo que parece que está casi de luto desde que Víctor Ruiz, probablemente la persona con más valía (algo reconocido primeramente por la oposición), anunciara hace meses que deja la política. Hay ediles que literalmente ni existen ni se les oye (un mal habitual en la política: fichar a gente en listas que no va a dejarla hablar en todo el mandato y en esto Orihuela no es el peor caso). La portavoz Carolina Gracia, una persona joven y con perfil de futuro que ha asumido demasiado peso sin ayudas (y algunos se los han buscado, como era que estuviera como diputada, donde aprenderá, pero no le servirá para mejorar resultados en su municipio) y con más enemigos que amigos en la propia agrupación local, no ha logrado plasmar en el salón de plenos una alternativa decidida y firme al poder omnipresente que ejerce el tándem PP y Cs, que son demasiado rival y más ahora con dinero y presupuesto.

Diputación

En el caso de los populares, en Torrevieja la decisión de Eduardo Dolón de aceptar un cargo en la Diputación, donde toca el poder muy de cerca porque le dieron una vicepresidencia quizá inmerecida para lo que había sido su gestión como regidor -algo que dicen muchos en su partido mientras loan como sus méritos lo positivo que es y su actitud; y la de enviar al mismo tiempo (y bien lejos) a Joaquín Albaladejo, aunque pareciera un premio, dejó huérfano uno de sus principales feudos de la provincia. Y así, ni uno ni otro están para fajarse en el día a día, que es donde se puede ganar votos y da así la sensación que el heredero de Pedro Hernández Mateo aún está por llegar.

Nadie recuerda una intervención sobresaliente de su portavoz en este mandato y eso ante un equipo de gobierno de izquierda que ni de lejos ha resuelto algunos de los graves problemas de gestión que ellos tenían: basuras (sin nuevo contrato), policía (un descontrol), PGOU (¿de qué hablamos?) o desdoblamiento de la variante (¿pero de qué administración es la culpa?).

Y en Orihuela, «capital» de los populares en la comarca, el alcalde Emilio Bascuñana lleva un año de travesía del desierto, más solo que la una y en un equipo dividido. A estas alturas, lo haga mejor o peor a su partido parece que le da lo mismo y lo tiene amortizado. Enfrentado con el presidente local, Dámaso Aparicio, que le pretendía esta misma semana dar directrices a través de un acuerdo de su ejecutiva sobre qué tiene que hacer, pero que se niega a reunirse con él a solas, se le ve refugiado en el Ayuntamiento y abrazado al falso calor que le da Ciudadanos a cambio de todas las concejalías con poder y presupuesto. Y la soledad de Bascuñana llega al punto de tomar decisiones en áreas tan sensibles como es Educación sin contar con la opinión de su concejala (eso es lo que vimos el viernes con el Plan Edificant) sencillamente, quizá ¿porque Begoña Cuartero es la secretaria de la agrupación local y afín a Aparicio? Ésta llegó el viernes a una rueda de prensa de su área con el regidor y se enteró en ese momento de qué iba. Absurdo.

Y, ¿por qué no se soluciona esta situación de larga crisis abierta en la ciudad del poeta? Eso es una buena pregunta para la oriolana Eva Ortiz, la número 2 de la dirección regional, quien parece que ha aplazado cualquier decisión hasta 2019. Mientras, parece que diga algo así como: «Que se maten» (políticamente hablando, claro está). La decisión al fin y al cabo es suya, y todos los que han intentado poner paños calientes han salido rebotados. Y ya hace mucho que con el PP da la sensación de que día que pasa no gana votos, los pierde.

Y hablar de lo que pasa entre socialistas y populares en municipios con peso relativo, como Guardamar del Segura, Callosa, Pilar de la Horadada, Rojales (donde manda el PSOE), Almoradí o Albatera (donde manda ahora el PP y en ambos tras haberlos conseguido a mitad de mandato gracias a un pacto con Cs o por «cabreo» interno entre los socialistas que nadie supo encauzar) no vislumbra soluciones ni alternativas. Tampoco hay otros mirlos blancos capaces de dar un giro a esta situación. Estos alcaldes están a lo que están: su día a día, aunque a más de uno le hayan tentado para que diera un paso adelante (o al vacío).

Mientras estas realidades suceden, mientras el PP y el PSOE ya no se ven como enemigos y se hacen fotos juntos tras votarse en contra después de una sesión de reproches mutuos, y mientras los que están aspiran a continuar porque se creen que lo han hecho bien y porque, dicen, todos merecen una segunda oportunidad, Ciudadanos sigue con ese cholismo del «paso a paso» labrándose un camino. En realidad, la formación naranja es el único enemigo que amenaza, cada vez más, a estos dos grandes partidos más obsesionados en hacerse fotos que en darse cuenta quién es su rival en las urnas.