Siempre que me es posible, en vísperas de Navidad me gusta hacer una escapada a la Villa y Corte, pasando un par de días caminando por sus calles, viviendo su ambiente navideño y comprobando como las luces inundan sus noches.

Hay veces que mi visita a lugares que ya he estado se repite una y otra vez, y me ayuda a rememorar detalles , o bien a sumergirme en otros que me habían pasado desapercibidos. En esta ocasión, me sucedió lo primero, en éste año que se acaba en el que la Gran Vía por mor de la política ha visto cercenado uno de los carriles de vehículos en beneficio de los viandantes, aunque los días que he estado, a pocos, casi ninguno, los he visto utilizarlo, pero si he sufrido el mayor costo, casi el doble, del taxi por culpa del embudo que se formaba desde Cibeles a la Plaza del Callao. Al igual, que no he podido disfrutar de las direcciones prohibidas para los peatones en las calles Preciados y del Carmen, tal vez porque no eran días de excesiva aglomeración. Ahora bien, lo que si he intuido la intención del que tuvo esta estrafalaria idea al dejar la segunda de estas calles como dirección de acceso a la Puerta del Sol, probablemente guiado por el sentido de la interminable cola de clientes de Doña Manolita, que se crea en busca del «Gordo de Navidad», y la colocación de un letrero ligeramente elevado a la altura de la citada Puerta del Sol, con una sarcástica leyenda que dice: «salida».

Pero, volviendo a aquello de recordar algunos lugares, uno de ellos al que suelo acercarme es la parroquia de San Sebastián, en la calle de Atocha, en la que me detengo ante la capilla de Nuestra Señora de la Novena, de los actores, los cuales la adquirieron en 1664, encomendando su construcción al arquitecto Juan Fernández, que la concluyó siete años después. En ella, todos los meses, los miembros de esta Congregación que fue fundada, en 1631, celebran sus actos religiosos, y cuando algún miembro de la farándula fallece, allí se acoge su funeral.

Esta iglesia del mártir asaetado fue destruida por un bombardeo en noviembre de 1936, quedando sólo en pie su capilla mayor. Con anterioridad a esta fecha fue saqueada e incendiada, perdiéndose gran parte de sus retablos e imágenes, no así su archivo parroquial que fue depositado en la Biblioteca Nacional. Gracias al mismo, sabemos, tal como se indica en una lápida existente en el atrio, de algunas personas allí bautizadas, o inscrita su defunción o que en ésta contrajeron nupcias. Así, entre los primeros, vemos a los dramaturgos Tirso de Molina, Ramón de la Cruz, Jacinto Benavente, José Echegaray y Leandro Fernández Moratín; al bandolero Luis Candelas; a los toreros Francisco Arjona «Cúchares» y Rafael Gómez Ortega «El Gallo». Entre los segundos: Miguel de Cervantes Saavedra (1616), Félix Lope de Vega y Carpio (1635), Juan Ruiz de Alarcón (1638), José de Espronceda (1842), el arquitecto y retablista José Benito Churriguera (1725) y el ya citado Premio Nobel de Literatura, J acinto Benavente, en 1954. Entre los que contrajeron matrimonio en la parroquia de San Sebastián, localizamos al pintor Claudio Coello; al escritor y periodista Mariano José de Larra; al autor de «Don Juan Tenorio», José Zorrilla; al poeta, Gustavo Adolfo Bécquer; al pintor Mariano Fortuny; a los políticos José Canalejas y Práxedes Mateo Sagasta; al filólogo, historiador y folklorista, Ramón Menéndez Pidal; al draumaturgo y poeta, Ramón María del Valle-Inclán; al también autor teatral, Antonio Buero Vallejo; al torero Rafael Gómez Ortega que contrajo matrimonio con P astora Imperio.

Así, podríamos continuar con una extensa nómina de bautizados, fallecidos y contrayentes. Pero, menos mal, que la calle de Atocha para los peatones, de momento, es de doble dirección, puesto que si fuera de dirección única y se me hubiera pasado tomar nota de algún nombre, no habría podido volver, teniendo que dejarlo para otro viaje a la Villa y Corte.