Mantengo una tertulia en la que varios amigos charlamos, más que debatimos, correspondiendo estos días al tema catalán: Pepe Zalve, albaceteño, consorte de una benidormense valenciano parlante; Paco Fuentes, cartagenero, consorte de una mujer de Torrevieja; y Paco Sala, yo, torrevejense, casado con mujer de Callosa de Segura. Tenemos un vínculo común: el uso de variadas formas de catalanismo: siete siglos y medio después de la conquista del Reino por Jaime I permanecen palabras que trajeron los repobladores catalanes.

El trasfondo catalán en la población de la vega media y baja del Segura y hasta en tierras de Albacete tiene sus raíces en el siglo XIII en la conquista de estas tierras a los musulmanes por un grupo mayoritario cristiano en el que predominan gentes procedentes de Cataluña y que, una vez confiscadas, fueron repobladas por aragoneses, catalanes y castellanos. Hoy en día, la población albaceteña de Caudete -Capdet en catalán- es llamada «el Gibraltar valenciano», manteniendo las costumbres propias «como cuando esta villa era del Reino de Valencia», convertida en una isla valenciana dentro de la actual provincia manchega. En los años 70 y 80 del pasado siglo XX hubo movimiento social encabezado por el cronista Andreu Bañón que no fructificó por la indiferencia de los gobernantes valencianos, que no presionaron para recuperar Caudete, donde ondea la Señera y su habla castellana está llena de palabras catalano-valencianas pese a pertenecer a Castilla-La Mancha.

Los catalanes sobresalieron a la hora del reparto tras la conquista a los musulmanes. De 2.835 que figuran en el Repartimiento de Murcia, 1.108 son catalanes y otros 175 del resto de la Corona de Aragón; es decir, un 39% catalán estricto y seguro. Si a ellos añadimos valencianos y mallorquines y de otros lugares que no constan, quizás pasarían del 45%. Hay abundante influencia catalana; no olvidando que a finales del siglo XIV se intentó repoblar ?además- la huerta con labriegos valencianos. El cronista catalán Ramón Muntaner (1265-1336) une a Murcia, Orihuela y Cartagena, como localidades catalanas y dice que «son catalanes y hablan el más bello catalán del mundo». La difusión catalana en estas tierras es un hecho actual, comprobado, tal es así que, en 1707, los miqueletes -miembros de la milicia de carácter mercenario del reino de Aragón- atacaron la Murcia del cardenal Belluga, principal responsable de la castellanización de Orihuela.

Respecto a la toponimia, a pesar de no haber hecho una investigación sistemática, el uso de los mapas nos permite deducir la pervivencia de elementos catalanes. Hay que remarcar que, a ambas partes de los reinos de Valencia y Castilla, pese a que se encuentren señalados con mojones en San Pedro del Pinatar y Beniel, hay sustratos lingüísticos. La toponimia litoral de raíz catalana es de una gran abundancia, con nombres de esas tierras que se extienden hasta Cabo de Gata. En la costa de Cartagena: Calnegre, Calblanque, Calarreona (redonda); en el Mar Menor localizamos Esculls (arrecifes), el Pudrider, Isla Grosa (gorda) y el Farallón; playa del Sacanit, en Pilar de la Horadada; cabo Roig (rojo), en las playas de Orihuela; playa del Salaret y Cap Cerver, en Torrevieja.

De la presencia catalana en del habla albaceteña, murciana y de la Vega Baja del Segura existen tres posiciones: ignorar o negar la cuestión, atribuirlo todo a aragonesismos o reconocer una parte proporcional del catalán dentro de una forma de hablar característico.

La confusión del aragonés y el catalán parece que ha pasado del dominio histórico al lingüístico. La realidad del léxico aragonés es más bien pobre y en la morfología, la influencia es muy variada: un ejemplo manifiesto son las terminaciones -ico, -iquio o el artículo 'lo' indicando propiedad de algunas fincas: Lo Reche, Lo Monte, Lo Gaita, Lo Montanaro, etc.

La palatalización de la 'L' inicial (llanda, llampo) puede ser un catalanismo. Hay procesos de acomodación del vocabulario muy interesantes, como los que cita García Soriano a en su «Vocabulario del dialecto murciano» a partir de pols, rebuig, trenc; que han derivado en las palabras espolsar, espolsador, polsaguera, rebuche y trenque; se queda corto al decir que «casi la mitad del léxico peculiar de la región de Murcia y de la Vega Baja es de origen catalán». Entre los términos ordinarios: abocar, acachar, ancrunsar, amanoso, amerarse, ansa, aporrear, arrapar, baldosa (acera), bambolla, barra (maxilar), borneo, buchaca (butxaca), calfarse, camal, capolar, charrar, corcar, corcón, correntía, cucao (corcat), embafar, embolicar, esclafar, grandaria, punchar, rebuche (rebuig), robín (rovell), rosegar, rustir, sostre, etc.

Destacar los términos de pesca como amollar (aflojar), bol, boliche, boria (boira), flamarada (pesca de luz), jaloque, lebeche, pescatero y tresmalle. Y no hablemos de los pescados: aladroque, bonítol, cranco, chirrete, llampuga, llus, mújol, palaya, pechina y sipia. Algo parecido ocurre con la relación de las palabras utilizadas en lo relacionado con la agricultura: ababol, alhábega, alpicoz, bajoca, baladre, blea, camarroja, garbillar, meseguera, monastrell, pésol, etc.

En la proporción de patronímicos catalanes que se conservan puros, menos desfigurados o castellanizados, figuran los apellidos Cerdà, Cerdán y Celdrán; Espí y Espín. Hay datos del siglo XV sobre 102 regidores de Murcia, habiendo más de 40 de apellidos catalanes, algunos deformados como Pujalte y Pujante; Puyol, Puchol y Pujol. Otros más serían: Gilabert, Grau, Guillamón, Guirao, Gumbao, Reverte, Riquelme o Rosique. De los apellidos catalanes abundan los meridionales: Meseguer, Verdú, Miralles, Manresa, Andreu, Amorós, Ballester, Carbonell, Soler y Viudes. Apellidos como Sala, Castell, Sirvent, Bernabeu y Torregrosa son valencianos meridionales emigrados a una zona menos desarrollada donde sus negocios podían prosperar.

La «catalanidad» residual en Murcia, la Vega Baja y Caudete, más allá de los argumentos manejados de la historia, toponimia, antroponimia y habla peculiar, la podríamos registrar también en el dominio de las fiestas, el cultivo, el arte y la gastronomía -ya sea «atascaburras» manchego, «bacalao meneao» callosino o «brandada» catalana- debiendo abrir un camino, no de independentismo, imperialismo o irredentismo, precisamente, sino de comprensión y entendimiento. ¡Feliz Navidad!