Pendientes del cielo. Así están cientos de agricultores en la Vega Baja. La caída de unas gotas del cielo serían recibidas como las salvadoras de sus cosechas. La lluvia es la única esperanza para unas 29.000 hectáreas de cultivos en la comarca. El cierre del trasvase Tajo-Segura el pasado mes de mayo abocó a muchos regantes a depender de las escasas precipitaciones que se producen en esta zona del país. No hay mucha esperanza de que el trasvase vuelva a activarse durante este año, al encontrarse los embalses de cabecera por debajo del umbral mínimo trasvasable. Así que los agricultores, sencillamente, ya no pueden regar, según alertan desde el sindicato agrario Asaja.

El año hidrológico arranca así, marcado por una situación de incertidumbre y emergencia muy preocupante para el sector agroalimentario de la Vega Baja,una comarca que representa el 53% de la superficie cultivada en la provincia de Alicante y que cuenta con la presencia de cultivos de regadío con importantes rendimientos económicos y de producción, como los cítricos y los hortícolas, precisamente los que corren peligro de perderse. Sin agua del trasvase, con los pozos sin funcionar por el eterno trámite de los impactos ambientales y con el poco agua del Segura que está en el embalse de la Pedrera y que se reserva para beber, los cultivos sólo dependen de la lluvia. «Para los agricultores hoy no hay nada, ni para los regantes del trasvase ni para los del regadío tradicional», lamenta el presidente de Asaja en Orihuela, José Vicente Andréu.

La grave sequía amenaza con acabar con la producción invernal en la Vega Baja. Los empresarios agrícolas pudieron sobrellevar el verano gracias a las lluvias que se produjeron en los meses de agosto y septiembre, a las reservas de algunos embalses, balsas privadas y a los escasos aportes de pozos de sequía con aguas muy salinizadas. Pero las opciones se agotan. Si no llueve en los próximos días entrarán en peligro 21.000 hectáreas de cítricos y casi 8.000 de hortícolas sólo en la Vega Baja, además de tambalearse seriamente el sistema agroalimentario y la agroindustria del sureste español y de la provincia de Alicante.

«Estamos muy preocupados porque tenemos las cosechas plantadas y ahora mismo nos encontramos a merced de la climatología para que salgan adelante. Nuestra única salvación es que empiece a llover en el sureste y que también lo haga en los embalses de cabecera para que se reactive el trasvase cuanto antes», alerta el presidente de Jóvenes Agricultores Asaja Alicante, Eladio Aniorte. Queda un mes para la recogida de las mandarinas, los limones y las naranjas, tiempo suficiente para que, de llegar las lluvias, estos cultivos se salven y puedan venderse con buen calibre a España y Europa. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las hortalizas, como señala Aniorte. «Si en unos días la alcachofa, el brócoli, la col, los boniatos, la patata y las lechugas no reciben un riego, tendremos que tirarlas a la basura, lo que va a suponer un gran quebranto económico», indica.

La joven agricultora oriolana, África Fabregat, también alerta de las consecuencias de la incertidumbre hídrica. De sus 50 hectáreas sólo ha podido cultivar una parte porque no podía hacer frente al riego de toda la explotación. «Es una lástima que los políticos hayan jugado con un tema tan serio como el del agua y que ahora nos tengan en esta situación de incertidumbre que nos obliga a trabajar a medio gas y con la espada de Damocles encima. Si trasvasamos petróleo o gas no sé por qué no podemos trasvasar agua y conectar cuencas».