Ni siquiera el embajador moro, Rafael García Terrés, sabía cómo iba a ser su propio boato. Él lo fue descubriendo a la vez que los espectadores porque su comparsa, los moros Almorávides, habían mantenido muy en secreto el espectacular boato que ayer se pudo ver en las calles de Orihuela. Hubo una sorpresa tras otra en un desfile muy vistoso que narró la historia de la llegada Almorávide a España, y en concreto a Auriola, nombre antiguo de Orihuela. Así, precisamente, es como se llamaba el boato que recreó como las huestes Almorávides, tras un largo viaje, llegaron a una tierra próspera, verde, con grandes palmeras, desconocidas para ellos y con un río de aguas cristalinas donde saciar su sed.

El desfile lo abrió la carroza con los cargos infantiles, una gran foto del Palmeral y la puerta de una mezquita, que estuvo precedida por elementos decorativos y las abanderadas. Justo detrás un enorme grupo de palmeras humanas, en un guiño a uno de los elementos identificativos de la ciudad. Y un malabarista sobre una bola gigante con agua.

Pero lo que emocionó fue el espectáculo de dos equilibristas que aparecían y desaparecían. Ambos contaban la historia de amor que se produjo en estas tierras entre el hijo del Yúsuf y una mora sarracena, de la que se enamora. El padre del embajador no aceptó esa relación y ordenó su arresto, pero no se dejaron coger y por eso ayer se fue cerrando la plataforma en la que iban subidos, impidiendo su acceso. Esta bonita historia de amor fue el homenaje de los Almorávides a su embajador y a su mujer, Lola Cuenca, quienes celebran este año sus bodas de oro.

La segunda parte del desfile fue guerrera, y narró la guerra en tierras de Auriola. Los espectaculares trajes de los guerreros pusieron color a la noche y la música corrió a cargo de dos timbales de 2 metros junto a otros 40 más pequeños, que dio paso a la espectacular carroza del embajador y de su favorita arropados por dos leones y vestidos con trajes en tono granate con mucha pedrería. La carroza estuvo escoltada por las filas de su hijo y de su hija y un cabo gastador a caballo. Orihuela volvió a ser ese paraíso deseado por todos.