A Antonio Conesa Morales, deseándole un pronto restablecimiento

Cuarenta mil personas contemplan cada año «La Tentación de Santo Tomás», de Velázquez, el cuadro más importante de la Comunidad y que se encuentra expuesto en el Museo de Arte Sacro de Orihuela. Bien poco podemos decir de las grandes obras la pintura que hay en Torrevieja, por lo menos yo, desde mi corto criterio no me atrevo a hacer crítica de ellas. Nada me hacía suponer que en Torrevieja habíamos tenido, como por casa, obras de grandes maestros de la pintura española: Bartolomé Esteban Murillo y Diego Velázquez Silva.

Antonio Conesa Morales, coleccionista de pintura antigua en Torrevieja, tiene varios cuadros que atribuye a Velázquez, aunque no se ha confirmado por expertos él así lo afirma y lo manifiesta por la clase de lienzo antiguo, los pigmentos, el bastidor y los craquelados, aunque no han sido certificados por expertos. Curioso es el retrato de la pintora Flaminia Triunfi, nombrada en las crónicas biográficas del pintor.

Nos cuenta Conesa que Diego Velázquez viajó a Roma por orden del rey Felipe IV, y que allí se enamoró de Flaminia, con la que tuvo un hijo, al que, para evitar los escándalos, lo bautizaron en España con el nombre de Antonio Silva, segundo apellido del pintor. El cuadro mide 53x38 cm. y, según Antonio Conesa tiene muchos detalles velazqueños: el tocado de las flores, el craquelado en la pintura -típico del siglo XVII-, la cadena de oro, que otros pintores la pintan eslabón a eslabón y que Velázquez la resuelve con unos sencillos trazos.

Antonio Conesa comenta que todos sus cuadros están firmados, y rebate cuando dicen que los pintores antiguos no los rubricaban, afirmando que en el caso de Velázquez lo hacía con firmas «ocultas», ya que, según él, «en las obras de su juventud no podía hacerlo al no estar inscrito como pintor en el gremio, no estando autorizado hasta obtener el título oficial». Pero este no es único «vestigio» de arte Barroco en Torrevieja; a comienzos del siglo XX tenemos una curiosa historia que paso a relatar.

Manuela Ros García, torrevejense afincada en Barcelona, pasaba las temporadas de verano en Torrevieja, residiendo el resto del año en la capital catalana, en donde heredó de un antepasado objetos de gran valor artístico y varios cuadros. En el año 1915, hallándose la propietaria en Torrevieja, fue visitada por unos chamarileros alemanes y vieron los lienzos, llegando a ofrecerle 25.000 duros -o sea, unos 751 euros- por una «Inmaculada Concepción». La señora se negó a vender nada de aquello, y cuando se ausentó guardó los cuadros en una habitación aislada y alquilando por un módico precio las restantes a una modesta familia conocida que a la vez guarnecían su finca.

Al regresar de Barcelona la señora Ros se encontró con que los cuadros habían desaparecido, junto algunos objetos, entre ellos la «Inmaculada Concepción». Estrechados a preguntas y amenazados con la intervención judicial, los inquilinos y custodios de la finca dijeron que se incendió la habitación donde estaban y que el fuego había consumido las pinturas. Pero, cosa rara; el incendio, a la vez, había respetado los marcos en los que quedaban ciertos indicios que revelaban haber maniobrado en ellos con un cuchillo, navaja u otro instrumento parecido. Se dijo que unos extranjeros habían ocupado la finca colindante, acabándose por descubrir que los extranjeros los habían adquirido, despareciendo misteriosamente del pueblo.

Se practicaron algunas pesquisas para recuperarlos, y se llegó a averiguar que en una venta cercana a Torrevieja habían estado varios sujetos de nacionalidad extranjera que de pronto se fueron sin dejar el menor rastro. La dueña no aceptó las explicaciones que se le daban y no sabemos si denunció el hecho. Dicho suceso produjo tal revuelo en Torrevieja que, por aquellos días, se cantaban unas coplas alusivas a la desaparición de los cuadros.

Pasaron algunos años, y a mediados del mes de enero de 1925, la prensa de Madrid publicó una información según la cual la Policía de la población canadiense de Widsor buscaba a los propietarios de unos cuadros de Murillo y Velázquez descubiertos en la vivienda de un alemán de conducta sospechosa, desprovisto de documento de identidad.

Los lienzos fueron encontrados sin marcos y parecían arrancados violentamente. Entre ellos se encontraba la «Inmaculada Concepción» y «Judith», atribuidos a Murillo, y «Cristo coronado de espinas», de Velázquez, así como varios paisajes antiguos.

Enterada la vecina de Torrevieja de la noticia procedente, anunció su propósito de hacer gestiones por la vía diplomática para averiguar si la Inmaculada encontrada por la Policía de dicho país era la misma que desapareció de su domicilio. Manuela Ros García presentó una denuncia en el Gobierno Civil, siendo admitida para su curso legal.

Desde Canadá, aquellas muestras de dos genios de la pintura española pasaron a Detroit, en Estados Unidos, y a través del gobierno de Madrid, se avisó a su propietaria Manuela Ros García, certificándose que eran los mismos que habían le habían sustraído en Torrevieja en 1915.Rescatados a salvo y devueltos diez años después.