El cuadro representa a Santo Tomás de Aquino, cuando todavía es novicio, tras superar la tentación de una prostituta, pagada por su familia, que no quería que fuera religioso y a la cual se vislumbra en la puerta abierta del fondo, huyendo tras no caer en la tentación el dominico. Santo Tomás ha hecho huir a la ramera con un leño encendido de la chimenea con el que ha pintado una cruz en la pared ante la que se arrodilla mientras se desmaya fruto del esfuerzo, y es reconfortado por dos ángeles, uno de ellos lo sujeta mientras otro se prepara para ceñirle una cinta blanca, símbolo de castidad.

La composición de la obra es en aspa. Velázquez dividió el cuadro en varias líneas imaginarias para generar profundidad y perspectiva. Velázquez utiliza recursos como la chimenea, la Cruz, el taburete o el dintel. «Si unimos el dintel de la esquina con el ala del ángel, el rostro del ángel, el de Santo Tomás y el tintero, y por otro lado, la esquina de la chimenea que sobresale hacia el rostro de Santo Tomás, la mano del ángel hasta el fondo, vemos las dos líneas que marcan la composición en aspa de la obra y generan un efecto visual que hace que el espectador se fije siempre en el centro, en la imagen del personaje principal que es Santo Tomás y podemos decir que es como una puesta en escena sin movimiento» explica la conservadora museística.