Moby-Dick es una novela del escritor Herman Melville que narra la travesía del barco ballenero «Pequod», comandado por el Capitán Ahab, en la obsesiva y autodestructiva persecución de un gran cachalote blanco. En «Un capitán de quince años», de Julio Verne, un barco ballenero zarpa con escasa tripulación de Nueva Zelanda rumbo a California, de regreso después de la mala temporada de pesca, enfrentándose a varias sorpresas.

Pero, al hilo de la literatura, recordaremos que el pasado mes de mayo, tres ballenas se avistaron a sólo dos mil metros de la costa de Torrevieja. Eran roncuales -la segunda ballena más grande después de la ballena azul- en su paso migratorio hacia el Estrecho de Gibraltar. Los ejemplares se podían avistar incluso desde tierra.

Años atrás, en la tarde del 19 de mayo de 2010, el grupo de Salvamento Marítimo del Puerto de Poniente de Torrevieja remolcó el cadáver de un ejemplar de ballena rorcual de 5,2 toneladas de peso, que presentaba evidentes signos de descomposición.

Paro la noticia más antigua sobre la aparición de cetáceos en la costa torrevejense data de mediados del mes de agosto de 1902, cuando en aguas de Torrevieja fueron vistos dos de estos enormes cetáceos. Los marineros lo achacaron a la escasez de pescado que les venía afligiendo en verano, ya que, según ellos, había huido ante su presencia.

El suceso más destacado ocurrió en La Mata cuando en agosto de 1905, a las dos de la tarde, hallándose de vigilancia en la playa de levante, en el sitio denominado «Muelle Nuevo» el carabinero Pedro Gil, en compañía de un muchacho que apacentaba un rebaño de cabras, vio un gran pez que persiguiendo a otro más pequeño vino a embarrancar cerca de unos sillares en donde apenas si había medio metro de agua. Sin pensar en el peligro y guiado solo por la idea de dar caza al gran animal, cogió Gil un largo cuchillo y metiéndose agua a la rodilla empezó a darle puñaladas hasta que acertó en el corazón de la fiera; la lucha fue corta pero aterradora, pues el animal se defendió con la cola y arrojando gran cantidad de agua a modo de surtidor por un orificio que se veía por encima de su cabeza y -según la nota de prensa- «dando resoplidos capaces de causar pavor». Cuando se convenció de que el pez había muerto, avisó a unos compañeros, que le ayudaron, no sin gran trabajo, a trasladar esta mole a la arena. Este enorme animal era un cetáceo de los conocidos entre los pescadores con el nombre de «cap de olla» o «calderón».

Se pensó en remitir a Orihuela este hermoso ejemplar para ser disecado, pero hubo de desistir de ello, porque ni el estado de la mar permitía la salida de barco alguno para Torrevieja, ni en La Mata había carruaje alguno apropiado para su transporte. Su piel fue cuidadosamente disecada y adquirida por el asiduo bañista de aquel lugar Daniel Aliaga.

El joven carabinero Pedro Gil recibió muchas felicitaciones de la colonia veraniega, por los pescadores de esta playa y por su jefe, el cabo José Morán. Este suceso extraordinario que vino a alterar la monotonía y tranquila placidez de esa playa causó gran impresión entre los veraneantes, no hablándose aquel año de otra cosa. Un susto no justificado dio por pensar a aquella gente lo que hubiera sucedido si al referido animalito se le hubiera ocurrido hacer una visita a los sitios donde acostumbran a ir los bañistas en las horas cuando hubiera más concurrencia. Los pescadores se mostraron también contentísimos pues pensaban el daño que pudo causar en sus redes y aperos de pesca. Por tal suceso, en La Mata se cantaban unos versos que decían: «Pedro Gil, carabinero, / que de La Mata es vecino, / en la esquina del Casino / engañó a tos los materos / diciendo: / En la orilla de la mar / ha salido un fenomenal, / tendrá sus siete metros, / poco menos, poco más». De muy defensor de la naturaleza no podemos calificar al tal Pedro Gil.

Un hecho muy distinto en pro de la vida de una ballena ocurrió el pasado 29 de mayo por la tarde, al ser rescatada en la playa de La Mata una cría de calderón. Fueron más de cinco angustiosas horas de rescate. Los biólogos marinos de la Fundación Oceanogràfic, no la pudieron mantener mucho tiempo con vida.

Un «cetáceo» de muy diferente envergadura es el edificio La Ballena», construido a mediados de los años sesenta del pasado siglo, que mediante Decreto de fecha 30 de mayo de 2006, el Ayuntamiento resolvió ordenar a los propietarios su desalojo, avalado por la realización de un estudio-informe técnico sobre el estado del edificio. Cinco inquilinos de las quince familias que residían en el edificio y no tenían medios para alquilar otra vivienda se vieron literalmente en la calle.

En la tarde del 20 de julio de 2014, sufrió el edificio un incendio, al parecer causado por un indigente de los que en ocasiones ocupaban las viviendas de la primera de las cinco plantas y ático de las que dispone el inmueble. Los bomberos sofocaron las llamas que finalmente llegaron a alcanzar la tercera planta del edificio. Finalmente, el fuego fue controlado. Desde entonces, tanto la Policía Local como la Guardia Civil tuvieron que intervenir en varias ocasiones para desalojar a "okupas" que accedían al interior del edificio precintado. Ahora parece que por fin este verano se abatirá el edificio «La Ballena» como el matero Pedro Gil hizo hace ciento dos años atrás con aquel otro cetáceo.