21 de marzo de 1829, 18.15 horas. Un temblor pone en alerta a la Vega Baja. Sin tiempo para reaccionar, pocos instantes después, un segundo terremoto trajo el desastre a la comarca. Casi 400 víctimas y localidades enteras destrozadas como Torrevieja o Almoradí. Precisamente en este último municipio fue donde más destrozos produjo y de donde eran la mitad de las víctimas al contar con edificios más altos que cayeron los unos sobre los otros. Las campanas de la iglesia, que siempre alertaban en caso de seísmo, ese día poco duraron. El templo se vino abajo, aunque la campana mayor, a la que bautizaron como «Andrea», se pudo recuperar. Es lo único que quedó en la localidad tras el seísmo de 6,6 grados de magnitud. Difícil cuantificar los daños, aunque en los libros quedó constancia de un total de 389 muertos, 377 heridos, 2.965 viviendas completamente destruidas y 2.396 dañadas. Y esa campana, la mayor, instalada en la Iglesia de San Andrés y que data de 1772, ayer volvió a sonar en Almoradí 188 años después para recordar esa trágica efeméride.

Almoradí, como el resto de la Vega Baja, no olvida la mayor tragedia ocurrida en la comarca y que cambió la fisonomía de las localidades afectadas. Las calles se reconstruyeron, pero más anchas y las casas todas de planta baja, una norma que rompió el siglo XX. Los edificios actuales deben cumplir unos requisitos antisísmicos, aunque en la realidad pocos son los que se han adherido a esas normas de seguridad para abaratar costes de construcción.

La Vega Baja ha vuelto a temblar desde entonces en innumerables ocasiones, eso sí con menor intensidad. Es una zona de gran riesgo sísmico y sus habitantes lo saben. Pero no está de más explicar qué se debe hacer en caso de terremoto y cómo actúan los actuales cuerpos de emergencias, muy distintos a los de 1829, donde sólo acudieron unos cuantos voluntarios desde Orihuela enviados por el entonces obispo Félix Herrero, artífice también de la llegada del ingeniero Larramendi tras ponerse en contacto con el rey Fernando VII.

Ayer, miembros de Protección Civil, de Cruz Roja y de la unidad canina ByRMA participaron en un simulacro de rescate de unas personas atrapadas por un supuesto terremoto. Todo ello tras escuchar la audición de aquél fatídico 21 de marzo de 1829, y del toque de campanas que anunció la tragedia. «No podemos olvidar. Los almoradidenses deben conocer bien la historia que marcó este municipio y es por ello que institucionalizaremos estas jornadas coincidiendo con la fecha del terremoto de 1829», señaló el edil de Turismo de Almoradí, José Antonio Latorre.