Nuevo susto sin consecuencias en la Vega Baja, aunque mayor de «de los habituales». Fue el tema de conversación principal para muchos de los vecinos de la comarca durante buena parte de la jornada. Un terremoto con epicentro al noreste del casco urbano de Torrevieja fue sentido por la mayor parte de la población ayer a las 11.48 de la mañana. Según el registro oficial del Instituto Geográfico Nacional (IGN), dependiente del Ministerio de Fomento, el epicentro se situó en el noreste del casco urbano, entre las zonas residenciales de San Luis y el Chaparral, en la laguna de Torrevieja, cerca del término de Los Montesinos y a diez kilómetros de profundidad. Un epicentro relativamente superficial lo que provoca que la sacudida pese a ser de escasa intensidad tenga una repercusión mayor.

El temblor de tierra, que se prolongó durante unos segundos, fue percibido claramente también por la población en municipios vecinos como Guardamar del Segura, Rojales, Benijófar, Orihuela Costa, Almoradí, Dolores, San Fulgencio o Pilar de la Horadada, entre otros de la segunda línea de costa de la comarca. El temblor se hizo patente en especial en las plantas superiores de los edificios, y entre quienes se encontraban sentados, en oficinas, terrazas o centros escolares. Algunos testimonios recogidos por INFORMACIÓN describieron el temblor como una sacudida «seca» de varios segundos precedida por «ruido». En alguno de los casos también se citaba que habían abandonado la vivienda o la oficina en la que estaban.

Riesgo

Se trata de un episodio sísmico normal aunque algo más intenso de lo habitual en una zona de riesgo sísmico elevado como es el sureste peninsular. En la Vega Baja se registran docenas de microseismos anualmente, muchos de ellos pasan desapercibidos para la población.

El episodio histórico al que siempre se hace referencia en relación a ese riesgo es la «tempestad» sísmica de 1829 que sacudió la Vega Baja que causó graves daños materiales en Torrevieja, Guardamar o Almoradí y obligó a reconstruir sus trazados urbanos.

Tras las graves consecuencias materiales y humanas del terremoto de Lorca (en el año 2011) la sensibilización es mayor en las administraciones locales y autonómica respecto a la prevención y a la puesta en marcha de planes específicos de coordinación frente el riesgo sísmico, aunque en la práctica se han limitado a experiencias aisladas como simulacros de evacuación.