El subsuelo de la plaza de la Constitución esconde un secreto que pocos conocen. Una galería de veinte metros de largo con capacidad para acoger a más de seiscientas personas. Contaba con dos bocas de acceso desde lo que hoy es la calle Caballero de Rodas, y forma parte de las cinco infraestructuras de defensa pasiva construidas durante la Guerra Civil que se ordenaron construir tras los primeros bombardeos de las fuerzas franquistas sobre las ciudades del litoral de Alicante en noviembre de 1936.

Según el cronista oficial de Torrevieja, Francisco Sala Aniorte, la estructura del refugio no se destruyó tras las guerra, y se conservaría en buen estado bajo los bancos y palmeras de La Glorieta, justo frente a la fachada de la iglesia parroquial de la Inmaculada. La existencia de esta obra ha sido recogida en estudios sobre la Guerra Civil como los de Carolina Martínez -que dio con los planos de las construcciones en el archivo municipal en su estudio «Un pueblo en la retaguardia, la guerra civil en Torrevieja».

Esta misma semana la concejalía de Turismo de Torrevieja anunciaba un acuerdo con la vecina ciudad de Cartagena para promocionar de forma recíproca sus atractivos con interés turístico. Entre ellos el refugio de la Guerra Civil, rehabilitado en aquella ciudad como se hizo también en Orihuela, en las trincheras del Moncayo en Guardamar o, más recientemente ,en los refugios de Alicante.

Valor patrimonial

La edil de Turismo, Fanny Serrano, asegura que el Ayuntamiento actuaría en caso de que la instalación torrevejense tuviera valor patrimonial. Algo, que sin embargo, aplaza a la elaboración de la renovación del catálogo de bienes protegidos que debe abordarse al mismo tiempo que la revisión del PGOU, todavía sin adjudicar. Como antecedente de valorización de recursos históricos en Torrevieja se puede citar la rehabilitación de los aljibes del cerco de Casciaro en el Parque Las Naciones, utilizados como sede para acoger exposiciones.

El bombardeo de la ciudad de Alicante en noviembre de 1936, fue el momento en que el gobernador de Alicante, Francisco Valdés Casas, aceleró la instalación de defensas antiaéreas y la construcción de refugios para la población en toda la provincia. Además dispuso la provisión de armas e instalaciones telefónicas para ubicar una red de puestos de vigilancia en la costa, dado que se esperaba de manera inminente un desembarco en algún punto entre Benidorm y Torrevieja, según explica el cronista oficial. Las obras, en especial en las ciudades costeras, se aceleraron tras el segundo ataque que sufrió la capital de la provincia en la noche del 28 al 29 de noviembre de 1936. En la costa torrevejense se construyeron defensas y trincheras en la finca de «Ferrís» y en la de «La Mosca».

Contrabando

Para el caso de Torrevieja, el Consistorio, y después en 1937 la Junta Local de Defensa Pasiva, se encargaron de promover y construir hasta cinco refugios antiaéreos, entre los que se encuentra el de la plaza de la República -Constitución ahora-, con capacidad para 600 personas, y que tenía dos bocas de acceso.

En el Archivo Municipal existen los planos de dos de los refugios, de la comisión de Defensa Pasiva, que indican la forma, medidas, alturas, bocas de acceso y otras dependencias como la dimesión de los compartimentos y la altura y anchura de las instalaciones -que aparecen en las imágenes adjuntas-.

Como en muchos lugares de la retaguardia republicana, a la orilla del Mediterráneo, se construyeron numerosos refugios privados en los bajos de algunas viviendas en el casco urbano, y en caseríos de los secanos que circundaban la ciudad salinera. En muchas ocasiones fueron aprovechados los antiguos escondites de casas de planta baja que servían para guardar los alijos de contrabando -destacada actividad ilegal en la que se empleaban muchos torrevejenses del siglo XIX y principios del XX-. Con igual objetivo de protección civil se adecentaron pequeñas cuevas cerca del cementerio municipal.

Poco después del verano de 1937, las obras de los refugios principales estaban comenzadas. Además de la construcción de estas estructuras, se abordaron medidas pasivas, como la colocación de un puesto de vigía permanente en el molino que existía en el cerco de los García, propiedad de Manuel García Ramos, a las afueras del casco urbano. Estaba situado sobre un altozano, a más de diez metros de altura. Allí estaba el puesto de observación que transmitía las novedades a la oficina de la Junta Local, instalada en una casa de la plaza de la República.

Alarma

Los mayores de hoy, que les tocó ser niños en tiempo de guerra, recordarán todavía el mecanismo de alarma que apunta Sala Aniorte. Mediante un cable, una campana estaba «conectada» a la propia azotea de la casa, y para avisar a los vecinos se la hacía sonar con insistencia en momentos de peligro de ataques. En 1937, cuando Torrevieja había sufrido un primer bombardeo por la noche, se decidió desmontar la sirena de la fábrica de las salinas mucho más potente, que se escuchaba perfectamente en toda la ciudad. Después eran las prisas y el miedo, aunque el refugio de la Glorieta cumplió su misión.