Las lluvias y el frío de los meses de diciembre y enero pasados han dado paso a una espectacular floración de los campos de almendro que todavía quedan en la Vega Baja, como un reducto de unas zonas rurales, que antes de la llegada del trasvase Tajo-Segura a principios de los 80, y fuera del ámbito del riego tradicional del río Segura, eran campo de secano, que completaban su producción con olivo y el algarrobo. Un paisaje cuajado en blanco tan espectacular como poco conocido es protagonista estos días, en especial, de algunas zonas de Orihuela, Pilar de la Horadada y San Miguel de Salinas, que son los tres municipios que concentran el 90% de las poco más de 2.600 hectáreas que quedan de cultivo de este árbol frutal en la comarca, frente a las 4.000 hace una década, según el último censo de la Conselleria de Agricultura. La reducción paulatina de estos cultivos se deriva de la gran rentabilidad de los cítricos y las hortalizas -si tienen agua asegurada-.

Orihuela, con Torremendo como la única zona con cooperativas dedicadas a la almendra, todavía cuenta con 1.565 hectáreas, que se distribuyen, en especial, en el entorno del pantano de La Pedrera, los valles y vaguadas de Rebate, y entre la umbría de Sierra Escalona con las sierras de Pujálvarez y del Cristo, además de algunas zonas de La Murada. Otras 400 hectáreas se cultivan en el término vecino de San Miguel, con la peculiaridad de que 185 figuran como de regadío en el censo de la Generalitat. Le siguen las 284 hectáreas plantadas de almendro de Pilar de Horadada, en Sierra Escalona y la Dehesa; y ya de forma testimonial Benferri (68), Albatera (56), Almoradí (48).

En el resto de municipios de la comarca los cítricos y las hortalizas ocupan la mayor parte de las tierras cultivo. En el entorno de Torremendo todavía se talan almendros para sustituirlos por regadío, pero en otras zonas se han transformado bancales de críticos para plantar de nuevo almendro, pero con agua garantizada. Como curiosidad el mismo censo agrícola situa otras 11 hectáreas de almendros -de los que no hay ni rastro sobre el terreno- en lo que quede de secano de Torrevieja.