Me consta que usted y su equipo trabajan con entusiasmo por mejorar las condiciones del municipio, que desean sanear los procedimientos y cumplir con sus obligaciones, entre las que destaca lograr unos presupuestos. Me parece loable y necesario, en eso llevamos años, a pesar del torpedeo o el chantaje de algunos. Ya lo intentó el anterior primer edil, pero perdone si le digo que eso es insuficiente, que de un dirigente de su importancia se espera algo más que un ordenamiento administrativo o unas arcas decentes. De una persona que se presenta a gobernar a sus vecinos se presume una capacidad superior, un pensamiento visionario, un liderazgo y convicción que, de momento, no percibimos a pesar de la buena voluntad colectiva. Sé que gobernar es muy complejo y que las circunstancias son difíciles; usted también lo sabía y no renunció a competir en las últimas elecciones. Y qué espero, entonces.

Ya se lo he dicho otras veces, a usted y a sus predecesores, bueno a todos no, pues de alguno no se podía esperar nada valioso. Deseo que, más allá de la dura realidad cotidiana, le veamos pergeñar un proyecto de ciudad y un proyecto de municipio posible e integrado. Respecto de la ciudad, decirle que se nos está acabando el tiempo para algunas cosas y que lo fácil será seguir con apuestas que irán degradando lo más singular que atesoramos, desmenuzando lo que nos puede dar una imagen dentro y fuera diferenciada y ganadora. Me temo que seguiremos comiéndole terreno a la huerta en un imparable, caótico e improductivo crecimiento sin sentido, en busca del dinero fácil.

Dé una vuelta tranquila con la mirada abierta y vea cómo está su ciudad, qué le falta, que le sobra, dónde. Imagine qué pasaría si se hacen ciertas transformaciones, si pensamos, con la vista puesta en nuestros hijos y nietos, en la urbe que nos gustaría que tuviesen. Póngase en las casas y barrios más desfavorecidos, conviva con ellos, sienta qué es estar en esas calles y cómo le gustaría a usted que un alcalde le tratase si fuera su casa, su calle, su barrio; qué medidas le gustaría que arbitraran para mejorar las condiciones materiales, laborales, sociales, educativas, higiénicas, de ocio.

Recorra Orihuela con gentes que la conozcan, que la estudien, que trabajen por conservar sus tesoros y pregunte qué se puede hacer para devolver el esplendor de otros tiempos sin renunciar a la modernidad, al progreso; al contrario, para hacerlo posible. Camine con urbanistas, arquitectos, artistas, deportistas, educadores y vea qué habría de hacerse para que cada núcleo tenga futuro, identidad propia, autosuficiencia en el conjunto, medios para luchar por una vida digna, gusto para sumar funcionalidad y belleza, para hacer de nuestra Orihuelica un lugar acogedor, amable, hermoso, sociable, que bulla energía, dinámico, innovador, apacible, sostenible, limpio, atractivo, poderoso, culto.

Pregunte cuáles son los elementos que nos hace mejores, los hitos a mantener, sobre los que construir o reconstruir nuestro pueblo. Suba a un helicóptero y vea en toda su grandeza dónde estamos; cuál es el municipio que gobierna, cómo vertebrarlo, cómo competir con los vecinos desde la sinergia no desde la confrontación, de qué manera hacer que Costa y partidas rurales sean verdaderamente polos de desarrollo y asuman que merece la pena ser de Orihuela, que se sientan concernidas por ella, que no la miren con recelo o distancia, que apuesten por participar de su riqueza cultural, patrimonial, económica, sin sospecharse marginados o ninguneados. En realidad es usted el gobernador de una comarca no pequeña, con diversidad geográfica, poblacional, económica y social. Haga de ello una fortaleza, preséntenos su visión, y si es emocionante, viable, ilusionante verá cómo le apoyamos; con matices, con lastres, con riñas, pero con una idea común sobre la que trabajar que usted no llegará a ver culminada pero que en el trayecto sentirá que su paso valió la pena.