Lo de los políticos tiene gracia, sea cual sea el partido al que representen, aunque -una vez vendida la moto- representar, lo que se dice representar, sólo se representan a ellos, pese a que deberían representar a quienes les han votado. Dice un refrán -muy utilizado por Antonia Moreno, exconcejala socialista en la Esquina del Pavo- que «cuando un tonto coge un camino el camino se acaba y el tonto sigue». Hay otro, que utilizo de vez en cuando, que asegura que «el sabio señala la luna pero el tonto mira el dedo». Muchas veces me habréis leído lo del efecto bumerán, con el que se hace referencia, sobre todo en lo que concierne a la clase política, a que «hay que estar muy seguro de lo que se dice o se hace para que no se vuelva en contra». Y en este sentido, recuerdo que, en una rueda prensa en la que se presentaba la candidatura «pepera» a la alcaldía de Elche, encabezada por Manuel Serrano Richarte, el entonces presidente provincial del PP alicantino, «Pitu» Ripoll, dijo, con la intención de ensalzar la lista «gaviotera/azulona» y denostar la del partido gobernante en aquel momento, que «los socialistas no lo habrán hecho muy bien durante los últimos cuatro años, porque, fíjense ustedes, de los diez primeros sólo repiten cuatro». ¡Acojonante!. En el turno de preguntas, ante la atónita mirada de Serrano y la sorpresa de los compañeros de profesión, le dije a José Joaquín si podía valorar la candidatura que presentaba su formación en los comicios ilicitanos, porque, «de los veinticinco nombres de la lista que optaban a un asiento en el salón de plenos del palacete del Plaza de Baix de Elche, no repetía ninguno». ¡Tierra trágame!, pareció decir el jefe de los «peperos» alicantinos, que incluso llegó a preguntar -¡soto voce, faltaría más!- quién era el cabroncete que le había puesto en semejante aprieto. Serrano, a quien conozco desde que yo vestía pantalones cortos, se atrevió a asegurarle: «No te preocupes; es de los nuestros». ¡Qué cosas tienen los políticos!. Quiero recordar, y recuerdo, que sólo tengo tres carnés: el de identidad, el de conducir y el de la Asociación de la Prensa; o sea, ninguno de formación política, por lo que difícilmente puedo ser de «alguien», como dice mi amiga la «profe» y jefa de estudios.

Estos chicos -los políticos- con tal de salir en los papeles -porque les gusta más que a los «gorrinos una charca»- suelen fijarse más en la paja que pueda haber en el ojo ajeno que en la viga que pudieran tener en el propio. ¡Pues anda que tú!. Estos, los políticos, son esa rara avis, casi en peligro de extinción por su propia culpa, a la que le encanta tirar la piedra y esconder la mano y que cuando la emprenden con algo o alguien no paran hasta acabar con el contrario/rival, o por lo menos eso es lo que creen, aunque, ¡lo que son las cosas!, los caídos en desgracia/venidos a menos, resurgen cual Ave Fenix, de sus propias cenizas, por lo que, después de un receso para reponer fuerzas, vuelven a empezar. Se toca zafarrancho de combate y a por el contrario, que, según se cree, para eso ha sido elegido, que no tocado por la gracia de Dios, aunque soy de los que piensa que realmente se es elegido para otras cosas.

Lo gracioso -por lo menos a mi me lo parece- es que los que se dedican a la cosa pública -que nada tiene que ver con trabajar en una rotonda- suelen poner en marcha el ventilador -¡mierda para todos!- con demasiada facilidad, vehemencia y la única intención de conseguir un rédito político, sin tener en cuenta que sus cargos tienen fecha de caducidad; es lo que los analistas llaman «campaña de acoso y derribo», circunstancia de la que casi nadie que se dedique a estos menesteres se libra y que, lamentablemente, se repite más que el «ali-oli». ¡Lo que jode es que, de normal, la culpa de todo, incluso de cargarse al General Prim, siempre la tiene el mensajero; o sea, la prensa canallesca!. ¡Porca miseria!.

Hasta no hace mucho, lo que primaba en la política «olezana» era buscar -¡y encontrar, claro!- un Don Tancredo que aguantase más palos que una estera y, si se «reblincaba», hacerle creer que, puesto que estamos en una «ciudad santa», lo que le pasaba era porque así lo quería el Señor -¡Dios escribe recto con renglones torcidos!-, sin darse cuenta «el tontaso» de que lo que pretendían «los otros» era desviar la atención para que los pescozones no les fueran a ellos.

Hace un tiempo, relativamente poco, el centro de la diana fue Bascuñana, a quien, con el discurrir de la legislatura y por diferentes motivos, le siguieron López-Bas, Almagro, Begoña Cuartero, Miguel Ángel «Cánovas» o Sofía Álvarez, por citar a algunos, y, Víctor, me viene a la cabeza lo de «qué buen vasallo si tuviese buen señor», referida al Cid Campeador. Pues eso, parece que nadie recuerda que en la pasada legislatura hubo quien metió la pata hasta el corvejón y se fue de rositas, pero, amigo, ¡no pasa nada y si pasa se le saluda!.