Con prisas, 17 meses después de llegar a la Alcaldía y dando las gracias al área económica, el equipo de gobierno del Partido Popular (PP) que encabeza Emilio Bascuñana, con la inestimable colaboración de los tres ediles de Ciudadanos (C's) que se abstuvieron en un proyecto en el que ellos participaron, sacó adelante de forma provisional el viernes los presupuestos para 2016, que ascienden a 75 millones de euros con gastos e ingresos que no ha explicado ni a la Prensa ni a la oposición ni, en definitiva, a sus ciudadanos. El edil de Hacienda, Rafael Almagro (PP), hizo su alegato en poco más de tres minutos de los diez que tenía en la primera de sus dos intervenciones -la segunda ni la usó- para defender por qué había que apoyar el documento económico más importante de cualquier ayuntamiento y pieza clave del futuro de una ciudad, algo que el ahora regidor se ha hartado de repetir desde que era candidato a la Alcaldía, sabedor que el quinto municipio en número de vecinos de la provincia y declarado Gran Población, no podía vivir hipotecado por los números que aprobó en 2012 Monserrate Guillén (Los Verdes), los únicos que éste presentó y sacó adelante en cuatro años junto al PSOE y sometiéndolos a una cuestión de confianza que salvó por los pelos.

Las tres horas y siete minutos que duró la sesión fueron fiscalizadas por el alcalde prácticamente como si llevara un cronómetro en la mano porque tiene ahora prisas en que sean definitivos y no haya demoras lo que, en el mejor de los casos, sucederá el 28 o 29 de diciembre si no existe contratiempo alguno -ahora falta su publicación en el BOP, la presentación de alegaciones, la contestación y la aprobación final-. La sesión sembró la sombra de duda sobre dos cuestiones básicas: «¿Se ha gastado el PP 8 millones de euros más este año de los 67 millones que figuran en el presupuesto que está prorrogando desde 2012? ¿Es nula de pleno derecho la sesión de ayer por saltarse los plazos?». De ello le acusó la portavoz socialista, Carolina Gracia. Ambas cuestiones se sabrán antes de concluir el año o quizá no porque los trámites que quedan son muy farragosos y más con un equipo de gobierno que, a la vista está y ayer se lo dijo incluso su socio, Juan Ignacio López-Bas (C's), no ha gestionado con eficacia, ya bien sea por culpa propia o de sus técnicos. Así las cosas se podría llegar a la insólita situación de que lo hecho ayer con un pleno extraordinario y convocado a las 23.54 horas del último día hábil fuese papel mojado. Sin duda que la oposición, que ayer agotó adjetivos para descalificar la sesión, lo intentará utilizando los argumentos legales que tiene para ellos y que el equipo de gobierno tildó de «triquiñuelas».

A las ocho

La sesión comenzó puntual a las 8 a fin de que ayer mismo se pudiera enviar el acuerdo de la aprobación provisional para su publicación en el Boletín Oficial de la Provincia, que es el primer paso. Hasta las 9 horas, cuando se marchó la edil de Foro Demócrata, Pepa Ferrando, se repitieron a toda velocidad las votaciones con el siguiente modelo: El PP, siempre un «no» por respuesta (11 votos); PSOE, Foro y Cambiemos, a todo con un «sí» (11); y Ciudadanos, con la abstención (tres). Así que el empate obligaba a repetir la votación y, entonces, era el voto de calidad del regidor el que lo deshacía. Una fórmula que no gusta en política pero que, a veces, es necesaria aunque ayer se repitió en demasía. La marcha de Ferrando evitó a partir de las 9 de la mañana y hasta las 11.07, cuando acabó la sesión, repetir cada una de las votaciones, lo que llegó a ser un suplicio que llevó a Bascuñana a equivocarse. Al comienzo de la sesión, el PP rechazó la propuesta del PSOE, que consideró nula la convocatoria -algo que tendrá poco recorrido si se tiene en cuenta que el secretario no lo considera así- y después los populares se opusieron a las 18 votaciones de otros tantos votos particulares a iniciativas de socialistas y Cambiemos Orihuela que llevaban 30 proposiciones de modificación al proyecto de presupuestos. Pero es que cada intervención del proponente, a partir de la cuarta, ya ni tuvo respuesta del PP. Es decir, ni la rebatió ni explicó por qué se oponía porque su único objetivo, en definitiva, era acabar cuanto antes. Daba lo mismo que pidieran más para jóvenes, bibliotecas, empresas públicas, cultura, pedanías o infraestructuras, a nada de ello entró el PP ni al trapo ni a justificar por qué lo rechazaba. Algo parecido hizo Ciudadanos, que sólo intervino cuando había alusiones a su formación, que las hubo.

Bascuñana utilizó un tono tenso en el control de tiempos porque no dejó a los ediles de la oposición sobrepasar el establecido por intervención y, cuando se excedían, se lo recordaba «ipso facto», cortándoles a media frase o quitándoles el uso del micrófono -«está excedido de su tiempo no tiene la palabra», repetía-. En eso fue excesivamente taxativo y alguno de ellos, que intentó seguir, se encontró con algún apercibimiento, caso de Pepa Ferrando.

Durante la sesión, el responsable del presupuesto, Rafael Almagro, tuvo bastante menos protagonismo que el alcalde, que no se cansó de repetir que ha venido a resolver problemas le pese a quien le pese. Le da lo mismo que la oposición le diga «que va a hacer buena a Mónica Lorente» -la última alcaldesa del PP que tuvo la ciudad hasta 2011-, «que actúa como un dictador» o que «convierte las sesiones en un espectáculo y en un bochorno». Bascuñana se sabe su camino y nadie lo va a mover de ahí -«soy presidente del pleno y regulo las cuestiones de orden», dijo para contestar a un reproche porque interviene cuando le place-. Pero en eso no va a cambiar tanto si se lo dice la oposición o los suyos.