Dicen que el culto al cuerpo representa una de las máximas expresiones del materialismo, porque, aseguran, estamos en la era de la imagen y ésta es apariencia, fachada, porte y el modo «guay» como se aparece ante los demás. Y todo porque la veneración al cuerpo se confunde con el mito de la eterna juventud y el nuevo lenguaje corporal de una sociedad en la que el pudor ha desaparecido; se idolatra el sexo a todas horas; el juego de las apariencias en un contexto en el que se resalta el aspecto exterior; la exaltación de, sobre todo, la mujer escuálida, lo que, la mayoría de veces, desemboca en enfermedades como la anorexia, la bulimia, la vigorexia y otros trastornos. El culto al cuerpo no supone una preocupación por estar delgado sino por estar más musculado. Y solo hay que acercarse a un gimnasio -sea del nivel que sea- para darnos cuenta de que lo que importa es «la tableta» que se pueda marcar o el volumen de los bíceps, el recto o los gemelos, para lo que, a veces, se llega al consumo de sustancias nada recomendables y que, según me han comentado, crean adicción..

Eso es lo que algunos -los más jóvenes- entienden como culto al cuerpo, porque los que peinamos canas consideramos que el culto al cuerpo es tomarte unas cañas a mediodía con los «amiguetes» y un abundante aperitivo, bien en el Pepe de Trini o en el Dátil del Palmeral, a base de «tapicas», claro, para abrir boca, lo que deberá repetirse cada día y, a ser posible, a la misma hora. El culto al cuerpo es zamparse una buena ración de macarrones, si es lunes, porque los martes toca «pescao», ya que el día anterior han salido a faenar los barcos y más fresco no puede estar. Los miércoles, lentejas con «alioli» del que se hace en el mortero y que por mucho que quieras ligar no puedes, puesto que sueltas unas «bafás» que tiran de espalda y ninguna tía se arriesga, por mucho quiera intimar, a morir «gaseada». Los jueves es casi obligado un «cosido con pelotas» de «cal» Chanos, ese que, con «gintonico» después, te deja tan a tope que, por la noche, no hay quien pueda «senar». El viernes, para aligerar, una «pechuguica» con verdura a la plancha. Los sábados, para coger fuerzas de cara al «finde», una paletilla de cordero al horno y los domingos una doble «rasión» de «arros y costra», con conejo y embutido del Pavero o de Redován.

Evidentemente, he hablado del culto al cuerpo que sería conveniente hacer a mediodía, porque también podríamos hablar de los pasos a seguir para hacer todo lo posible para marcar la «barriguica cervesera» por la tarde, aunque en este proceso no hay que olvidar nunca los cubatas o los «gintonis» previos a una sesión extraordinaria de montaditos y ensaladillas varias, ya que no me negaréis que el azúcar, los triglicéridos o el colesterol también tienen sus derechos y merecen un reconocimiento, por lo que hay que darles bien de comer, aunque luego queramos engañarnos cuando el «tocahuevos» del médico de cabecera nos recomienda una analítica para saber cómo estamos. ¿Dejaremos de saber cómo estamos?, ¡estamos cojonudamente!; y si no que se lo pregunten al camarero de turno o a los Jose, tanto el del Chipi como el del Pasaje, ¡que siempre que entras en sus respectivos abrevaderos te reciben como si no te hubiesen visto desde antes de hacer la Primera Comunión!.

Pero, con ser importante ese tipo de culto al cuerpo, no es menos cierto aquello de que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor», por lo que hay quien cultiva el cuerpo -y a veces la mente- a base de creerse lo que le dicen los de «la cosa pública», que son como el Papa, nunca se equivocan por hablan excátedra, y, en cuestión de palabras, saben más que los de la Real Academia de la Lengua Española. Lo que pasa es que nuestros políticos, los más cercanos -y los lejanos también- son más cortos que las mangas de un chaleco y creen que tragamos lo que nos echen porque somos unos «masocas» de tres al cuarto o que nos va lo del sexo duro, ¡que va a ser que no, porque nosotros no solemos comulgar con ruedas de molino y ese culto al cuerpo no es precisamente santo de nuestra devoción, aunque nos hagamos los tontos y les demos la razón, como a los locos.

El culto al cuerpo no es solo patrimonio del varón, que son los que empezaron a frecuentar los «gym» para «mascularse», sino que las mujeres han empezado con el zumba, espining, aquafitnes, etc? para ponerse cachas y las pasarelas de moda han contribuido a que ellas se hayan subido al carro en ese sentido, aunque últimamente en esos desfiles han aparecido modelos con más redondeces y pasean con tallas grandes, que tampoco está mal.

De todas formas, sigo apostando por el culto al cuerpo que más me gusta- cañas, tapas, comidas y lo que haga falta-, porque a nadie le amarga un dulce -aunque se sea diabético, como es mi caso- y lo de la musculación lo dejo para otro día.