Un gran crucero con capacidad para 600 viajeros no es una estampa que pueda verse todos los días en la costa torrevejense. Por eso, cuando el crucero Albatros echó el ancla frente al puerto Marina Salinas de Torrevieja, y buena parte de sus ocupantes puso rumbo a tierra en las lanzaderas del la embarcación, decenas de turistas y vecinos no pudieron desistir la tentación de cruzar todo el paseo marítimo para contemplarlo lo más cerca posible.

Se trata de la segunda vez en apenas un año que un crucero hace parada frente a las costas de Torrevieja, por lo que la asociación del pequeño comercio, APYMECO, como por la comitiva municipal. Para facilitar su visita a la ciudad, una vez en el puerto, se pusieron a su disposición autobuses y trenes turísticos con el fin de acercarles al centro de la ciudad. Mapa en mano, repartido por el personal municipal, los turistas, en su mayoría jubilados, aunque más jóvenes que los que vinieron hace unos meses, disfrutaron de una jornada de cerca de siete horas en la ciudad, desde el mediodía hasta bien entrada la tarde.

Lo que llamó la atención es por lo que muchos preguntaban cuando bajaban del barco: un estanco, por lo que el más cercano al puerto hizo ayer su agosto. Durante la visita los cruceristas estuvieron acompañados por un guía turístico en alemán, ya que la mayoría procede de Alemania.

El dispositivo fue muy similar a cuando ancló el anterior crucero, si bien la presencia de la Guardia Civil y la seguridad fue algo menor, al tratarse de turistas europeos y no del norte de áfrica, ya que en este último caso el control es similar al de uno fronterizo.

El Albatros continuó su viaje a última hora de la tarde hacia las Islas Baleares, tras llegar desde el puerto de Málaga. Un atractivo turístico que sirvió para promocionar la ciudad y situar a Torrevieja en la ruta de cruceros. Ahora, toca esperar que, como dice el refranero popular, no haya dos sin tres y otro crucero vuelva a la ciudad.