Luchar mereció la pena. Es la conclusión que se desprende de la exposición que el Centro Cívico de Torremendo alberga hasta el domingo, y en la que se recoge la reivindicación casi unánime de un pueblo en pie durante 25 años para quedar libre de vertederos. Luchar mereció la pena además para ganarse el futuro de la que es ahora una de las poblaciones más tranquilas y envidiadas por su medio ambiente en la Vega Baja. Jalonada por el pantano de la Pedrera y Sierra Escalona, libre de vertederos, incluso libre todavía de urbanizaciones. Coincidiendo con el aniversario de las primeras protestas en 1991, la Asociación Multicultural de Torremendo ha decidido volver la vista atrás y realizar un humilde recorrido por aquellas guardias de 24 horas en los campos de almendros para impedir el paso de camiones, las manifestaciones en Orihuela, y las amenazas de la trama de las basuras, que logró adueñarse de la voluntad política de buena parte de la comarca durante muchos años hasta que estalló la Operación Brugal.

Bueno, de toda la Vega Baja exactamente no, porque «Torremendum», un pequeño pueblo de 700 habitantes, como glosa con ironía uno de los carteles que anuncia la muestra, soportó la presión con dignidad. Desde el laberinto judicial y sus costes, a la compra de voluntades, engaños, promesas y mucha incomprensión desde Orihuela.

La hemeroteca de los medios de comunicación de la Vega Baja sirve para realizar un recorrido por las tres intentonas de implantar un vertedero en Torremendo, «pero siempre en torno al mismo empresario corrupto de las basuras Ángel Fenoll», según explica el representante vecinal Sebastián Andreu. Ello generó una arduo e incansable combate de los vecinos con su denuncia, al principio en solitario, contra la corrupción en torno al «oscuro negocio» de las basuras. Torremendo descansa tranquilo ahora. Aunque con un ojo abierto, por si las moscas.