La «gramaera», el «espadao», el «rastrillao» o «el corchao». Conceptos que hoy en día suenan casi a chino pero que hace 50 años daban trabajo a decenas de agricultores de toda la Vega Baja para transformar el cáñamo para su uso en la industria textil. Para recordar qué son a los más jóvenes, y refrescar la memoria de los más mayores, Redován acogió ayer una exhibición de estos trabajos con transformaciones reales, que reunió a decenas de vecinos para contemplar esta labor artesanal perdida hace más de 50 años y que la Escuela de Cáñamo de Callosa quiere recuperar en toda la comarca.

Así, se mostró a los asistentes como los artesanos usaban la gramaera para obtener la fibra textil del cáñamo. Se trata de un instrumento realizado con un tronco de madera de unos dos metros de largo, vaciado en forma de cuña al que se le encajaba un tronco de olivera con una cuchilla sin filo a modo de guillotina para «eschafar» el cáñamo.

Después, mediante el «espadao» se separan las garbas de fibra de los restos de cáñamo, y, con el «rastrillao», se alisan. Más tarde, en la rueda de hilar, esta fibra era convertida en hilo, que, mediante «el corchao», se unían para su posterior uso.

Todo este proceso, con instrumentos originales de la época, se reprodujo ayer en la Barraca «La Gramera» de Redován, por lo que puso contemplarse paso a paso todo el proceso. Después, el cáñamo era trenzado para su posterior uso, ya fuera en la creación de cestas, suelas de zapatillas u otros usos, pues mediante la fibra de cáñamo puede fabricarse hasta ropas.

Una mañana de nostalgia artesanal que sirvió para recordar toda una industria vinculada al cáñamo y como forma de reivindicar que la huerta de la Vega Baja vuelva a acoger un cultivo que desapareció hace 50 años cuando las máquinas sustituyeron todo el proceso artesanal.