El mes de agosto comenzó con un llamativo artículo del portavoz de Ciudadanos en Orihuela donde reconocía que, tras las elecciones municipales, su formación alcanzó un acuerdo (nunca hecho público) con el PSOE oriolano (o parte de él). Hoy, tras el fallido intento, Orihuela es gobernada por una coalición entre PP y C's. Es importante destacar esto: por mucho que los portavoces naranjas hablen de «colaboración desde la oposición», lo cierto es que, en la toma de decisiones, acceso a información y recursos, Ciudadanos es parte del gobierno local. A menudo, con más poder, incluso, que el propio alcalde. Cosa distinta son los artificios lingüísticos y jurídicos que inventen para ocultarlo. Del furtivo cazador Juan Carlos I se decía aquella falacia de que «era Rey, pero no reinaba». Supongo que al señor López-Bas le gustaría afirmar que es concejal de gobierno, aunque no firme decretos.

Lo interesante, sin embargo, es la secuencia que dio lugar al actual gobierno local. En primer lugar, parece que Ciudadanos y PSOE cerraron un acuerdo privado cuyos detalles nunca fueron revelados. Poco importó a un sector «socialista» los antecedentes de C's en España y Orihuela, con sus peligrosas conexiones empresariales y la terrible trayectoria de Centro Liberal, partido matriz de la agrupación oriolana de C's. Ese pacto redundó en un chantaje (curiosamente bien orquestado) hacia Cambiemos Orihuela, falazmente acusados de ser responsables de un gobierno del PP si no investíamos, con un cheque blanco y sin ninguna garantía, a la candidata del PSOE. Curiosamente, la opción no prosperó puesto que nadie, salvo el propio PSOE, votó a su candidata en la investidura. Ni siquiera C's que, oliendo donde estaba el caballo ganador, cambió la apuesta y en el primer segundo posterior a la investidura tendió la mano al PP. Resumiendo: C's y PSOE habrían alcanzado un acuerdo excluyente, sin ninguna base progresista o transformadora para, posteriormente realizar un chantaje coordinado a Cambiemos Orihuela; después, C's cambia el juego, deja en la estacada al PSOE y alcanza un acuerdo de gobierno con el PP. Delicioso paralelismo entre la actual situación nacional y Orihuela.

La reflexión sobre el poder es obligada. En la obra de García Márquez «Cien años de soledad», el coronel Aureliano Buendia, tras largas guerras contra el ejercito conservador, fatigado y refugiado en su mágica tierra de Macondo, recibe la visita de una delegación que pretende alcanzar la paz y conceder al ejercito progresista «más base popular» y poder. Aureliano Buendia luchaba por tres grandes cosas: reducir el poder de los terratenientes; reducir la influencia del clero; y dotar de igualdad de derechos a «hijos naturales e hijos legítimos». Invitado a firmar el acuerdo, le explican que tendrá que renunciar justamente a esas tres mismas cosas. Es decir, el precio del pacto era rechazar todo aquello por lo que batallaban. El coronel Buendia, tras leer el documento, responde con una sonrisa: «Quiere decir que sólo estamos luchando por el poder». Cuando uno de sus asesores se apresura a criticar la propuesta, Buendia, de nuevo, zanja: «No pierda el tiempo. Lo importante es que desde este momento sólo luchamos por el poder.» Tras la firma, su compañero Gerineldo Márquez, le espeta, suave pero firmemente: «Me perdona, coronel, pero esto es una traición».

No cabe aquí la hermosa resolución del diálogo, pero refleja la permanente tensión política entre el poder y el proyecto. De nada sirve una linda batería de ideas o propuestas si no se tiene la capacidad de traducirlos a la realidad. Pero, por contra, de nada sirve ocupar espacios de poder si, para alcanzarlos, se renuncia sistemáticamente a los elementos centrales de nuestras aspiraciones. Quizá, hacer política transformadora consista en moverse en ese estrecho desfiladero entre la traición posibilista y el utopismo estéril. Nunca se tiene todo el poder, pero nunca se cumplen del todo los proyectos y en esa compleja ecuación nos movemos. Ser capaz de doblarse, sin partirse; conjugar logros parciales en el corto plazo con hondas transformaciones en el largo recorrido.

Tal vez, lo que conecta a Unidos Podemos con iniciativas municipalistas como Cambiemos Orihuela es que, a pesar de nuestras diferencias, errores y contradicciones, nacimos con una vocación decididamente transformadora. Por ello, en nuestro camino (que no es el único) de acceso a las instituciones, no basta con alcanzar poder si éste no sirve para comenzar a transformar un modelo de país (y de ciudad) fracasado, injusto y desigual. Hoy, pues, lo urgente no es tanto «que haya acuerdos» o «que haya gobierno», sino qué tipo de acuerdos y qué tipo de gobierno. Los consensos de nada sirven si nada cambia con ellos.